Etiopía

Sorprende oír que el Gobierno etíope constituye un problema para la distribución de la ayuda humanitaria. No se le habría ocurrido a uno pensar que en ese país hubiera un Gobierno. Ni siquiera que ese país fuera un país. Cuando hablan de Etiopía, lo que nos muestran por televisión no es más que un grupo escultórico de mujeres flacas sosteniendo a niños esquemáticos cuyas extremidades dibujan geometrías rigurosas. Siempre están de pie y siempre parecen esperar algo o a alguien que no llega. Da la impresión de ser un país de madres e hijos fantasmagóricos, porque tampoco salen hombres nunca, no, jamás. Sólo esas mujeres enigmáticas, altas, huesudas, abrazadas a niños abstractos en medio de un territorio inexistente, mítico. El detalle realista, aunque delirante, son las moscas que se agolpan a la entrada de las fosas nasales de los niños. Nadie las espanta porque a nadie espantan. Eso, se dice uno, no puede ser el icono de una nación. Pero lo es.Pura necesidad, en fin, disfrazada de pura metafísica. Casi lamenta uno, asistiendo a ese espectáculo de huesos que al abrazarse chocan entre sí como los lápices dentro de un plumier, que sea tan difícil morirse. Lo peor, con todo, es que habiendo en aquel país real una sequía que se prolonga desde los sesenta, no se le haya ocurrido a nadie un modo de hacerles llegar agua, aunque sea con burbujas. Si en unas guerras somos culpables por acción, en ésta lo somos por omisión. Con la mitad del dinero empleado en el conflicto, o lo que fuera, del golfo Pérsico, se habrían podido lubrificar todos esos ojos que no lloran por economizar fluidos.
Pero la realidad ha adquirido las características de un icono y el hambre funciona ya como un reclamo comercial. Desde Benetton, creemos que la sed es un logotipo. Cada vez que la televisión saca esas imágenes tan ilusorias, la voz en off debería recordar que pertenecen a un país real, con sus subsecretarios y sus pólizas. Sólo de ese modo será posible una ayuda real también, y no esta cosa de buenos sentimientos que practicamos durante la digestión del plato de lentejas. Etiopía. Busque usted la palabra en la enciclopedia y verá cómo esos esqueletos tan artísticos son ciertos.
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