Tolerancia y fascismo

El domingo 5 de marzo he sabido que "los que luchan por la liberación de Euskal Herria" han atacado mi lugar de trabajo. Trabajo en la academia de Ramón Rabanera desde hace más de cinco años. Me considero simpatizante del nacionalismo de izquierdas, y nunca he tenido ningún problema con Ramón por mis ideas políticas, que él conoce.Creo sobre todo en los derechos humanos. Creo, por ejemplo, que no hay mayor delito que el crimen de Estado (véase Pinochet, véase Videla, véase GAL) y que ningún asesinato, tampoco por motivos ideológicos, debe quedar impune. He trabajado durante siete años en Amnistía Internacional apoyando las denuncias sobre violaciones de derechos humanos en todo el mundo, incluso he sido la coordinadora del grupo de Vitoria-Gasteiz durante cinco de esos años. Creo que, en ese sentido, la academia era y es un lugar de tolerancia (no van a desmoralizarnos y no nos vamos a rendir). Y creo que, en el fondo, el ataque es contra esa tolerancia. Las ideas políticas que no concuerdan con las suyas deben ser silenciadas. El otro día fue Fernando Buesa, un socialista; luego, la academia de un dirigente del PP; mañana nos tocará a cualquiera de nosotros: porque no opinamos lo mismo, porque no sabemos euskera, porque el euskera que sabemos no tiene el acento de Ataun... Ya no importa. Se nos persigue simplemente por opinar de distinta forma. Eso, más que nacionalismo, es fascismo.-