El aborto es la obsesión del terrorismo
El FBI busca desde hace meses a Eric Rudolph en las boscosas montañas de Carolina del Norte. Sin éxito hasta el momento. Rudolph, el terrorista empeñado en dinamitar clínicas que practican el aborto, parece haberse esfumado. Nacido en Carolina del Norte hace 32 años, carpintero con experiencia militar, se le atribuyen el atentado contra una clínica abortista de Atlanta (Georgia) que hirió en 1997 a siete personas, y el que, el pasado enero, mató a un policía e hirió a una enfermera en un centro de Birmingham (Alabama). También es el sospechoso del atentado contra los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996.
Como David Koresh, el mesías de Waco, y Timothy Mc Veight, el terrorista de Oklahoma, Rudolph pertenece a esa extrema derecha enloquecida convertida en uno de los protagonistas del fin de siglo. También milita en ese frente el desconocido que la pasada semana mató a Barnet Slepin, un médico de Buffalo (Nueva York) que practicaba abortos. Esta campaña, unida a permanentes manifestaciones, ha conseguido una espectacular reducción del número de médicos y centros que se arriesgan a practicar abortos. Y es que, además de su expresión violenta, el antiabortismo constituye en EEUU un verdadero movimiento de masas, promovido por organizaciones cristianas y el ala más derechista del Partido Republicano. Su activismo es tan fuerte que los republicanos han convertido ese asunto en el más importante de su política junto a la reducción de impuestos. "El que ha mató a Slepin es un héroe, porque ha conseguido salvar la vida de muchos inocentes", declaró el lunes Neal Horsley, que anima en Internet una página llamada Los Archivos Núremberg, en la que figuran los nombres de los ginecólogos que aún se atreven a practicar abortos. Instantes después del asesinato del médico de Buffalo, Horsely le borró de su lista negra. "Uno menos", dijo.
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