Tres maestros de hoy

Reapareció el domingo en la Sala de Cámara del Auditorio la Joven Orquesta Nacional de España para presentar tres estrenos españoles de la generación de 1961, bajo la dirección de un maestro de la generación siguiente, la de 1976. Las partituras de Ramón Lazkano (San Sebastián, 1968) y de Jesús Torres (Zaragoza, 1965), ambos compositores residentes de la JONDE, datan de este mismo año. La de Jep Nuix (Barcelona, 1955), muerto el pasado mes de abril, lleva fecha de 1995. Música reciente, pues, que interesó conocer a bastante público. Dígase lo que se diga, al paso del tiempo avanza también la receptividad de las audiencias para los mensajes musicales de hoy.Lazkano posee una amplia formación iniciada en su tierra con el maestro Francisco Escudero y ampliada en Francia y Canadá. Su partitura Ur Loak, para flauta baja, clarinete contrabajo, dos percusionistas y doble quinteto de arcos parece brotar de los hondones de la tierra. Desarrollada, mayoritariamente, en las zonas graves, para el autor resulta más importante el devenir del tiempo, convencido como está de que la idea musical conduce al silencio subsiguiente a su materialización sonora. Podríamos añadir que toda música también ha comenzado antes de que suene su primera nota, en algo así como una expectante anacrusa de silencio. La obra se sigue con interés y hasta con inquietud -arte agitador, en suma- y muestra perfiles de muy acusada originalidad.

Nuix era un enamorado de la música de Purcell y creó sus Variaciones, evoluciones, mutaciones sobre un aria de bajo perteneciente al rey Arturo, material que varía, desarrolla y transfigura hasta convertirlo en algo nuevo y propio. El grupo instrumental (flauta, clarinete, piano, violín y violonchelo) está empleado de las más variadas formas y el resultado es un preciso orden de estructura y de belleza.

Jesús Torres, compositor dotado, consciente y analítico, recibió la influencia de Francisco Guerrero, lo que se advierte en su Partita para flauta, oboe, clarinete, fagot, trompa, trombón, percusiones, piano y arcos, tanto por la fragmentación estructural como por la riqueza de acontecimientos. También por la integración en una mágica y reverberante unidad no ya comunicativa, sino impactante. El director Josep Caballé Domenech llevó las partituras de Lazkano y Torres con gran claridad expositiva y una articulación interna que las hizo del todo transparentes.