Cooperativas
Las cooperativas andaluzas tienen más de 475.000 asociados, suman entre todas 20.000 empresas, generan 55.000 empleos y el pasado año supieron alcanzar un volumen de negocio cercano al billón de pesetas. Casi la mitad del presupuesto de la Junta de Andalucía. Estos datos son lo suficientemente importantes como para que las cooperativas andaluzas jueguen en nuestra economía en la alineación titular. Pero tanto sindicatos como empresarios la obligan a llevar los dorsales de la suplencia. Hasta el momento nunca se han visto representadas en las negociaciones para el Pacto por el Empleo. Despreciadas, marginadas, soslayadas en la concertación social, las cooperativas andaluzas tienen, en los sindicatos, a sus principales objetores. El secretario general de UGT Andalucía, Manuel Pastrana, señalaba días atrás que tanto sindicatos como empresarios defenderían con uñas y dientes la exclusividad negociadora de sus organizaciones sindicales y la CEA. Ni uno más. La raya para negociar la porción de tarta económica a repartir entre los agentes sociales es intocable. En la familia no se aceptará un nuevo miembro, por muchos derechos reales que exhiba. El cooperativismo, alentado y promovido en otros tiempos desde los presupuestos ideológicos sindicales, es ahora contemplado como un hijo bastardo por sus propios padres. En la metáfora del tiempo sindical, Cronos también aparece devorando a sus propios hijos. La familia que negocia unida, permanece unida. Todo se vuelve cada vez más endogámico, más cerrado, más tribal, más cosa nuestra. Importa menos que un bledo que las cooperativas andaluzas generen negocios cercanos al billón de pesetas y sumen entre todas 55.000 empleados. Según los democráticos conceptos de representatividad sindical, las cooperativas no deben sentarse en una mesa con los trabajadores y los empresarios. Esto se decía hace 20 años en un tajo de la metalurgia que dominara Comisiones y, como poco, te tachaban de socio de la Trilateral. Hoy se dice, se defiende y puede que hasta te aplaudan. Cuando los sindicatos pidan, desde los púlpitos obreristas del primero de mayo, la unidad de los trabajadores habría que preguntarse: ¿Qué trabajadores? ¿Los suyos o los demás?J. FÉLIX MACHUCA
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