El país de los sentidos

Llevamos asistiendo, casi sin darnos cuenta, de una manera sustancial, a una pérdida de valores tradicionales en nuestro entorno, valores o formas de ser y actuar que nos significan de otras latitudes. No es que España sea diferente, como nos dijeron en nuestra juventud, que nos encaminaba por el imperio hacia Dios y éramos una unidad de destino en lo universal. Con todo ello crecimos, nos desarrollamos, con polo de desarrollo incluido, y algunos nos multiplicamos sin premio a la natalidad, y llegamos al principio del fin cuando, por primera vez en nuestra existencia, íbamos a ejercer el derecho de voto en un país que casi había olvidado tal menester.Siempre nos dijeron que los españoles teníamos un gran sentido del honor; por nuestra hidalguía y gracias a nuestro universal Quijote, éramos conocidos en todo el ancho mundo, aparte de otras virtudes y miserias, como campeones de dicho sentido del honor; pero ¿es que acaso la democracia y la economía de mercado nos lo ha hecho olvidar? ¿Nuestros representantes (políticos) tienen esa honorabilidad que debe distinguir a los que les damos nuestras aspiraciones? Bien es cierto que algunos sí; otros, por el contrario, no son de recibo.

Se han cumplido 20 años de aquel despertar el 15 de junio de 1977, después de una pesadilla que duró varias décadas, y los españoles estamos necesitados más que nunca de ese sentido del honor, como también necesitamos, y bien que nos hace falta, del sentido del humor y el sentido del amor. Más que nada, por las generaciones venideras, que no nos reprochen ¿esto es España?-