El problema no es la edad, sino la actitud

Ninguna ley prohíbe a un hombre tener un hijo a los 60 años. Y con las nuevas técnicas de reproducción, una mujer entrada en años y que quiera ser madre tiene ya posibilidades de ejercer. El corsé de las edades se está quebrando. Sin embargo, en el caso de las adopciones hay límites. En España, una pareja puede adoptar un hijo siempre que la media de sus edades no supere los 40 de diferencia con la edad del vástago.Italia ha vivido hace unas semanas un debate promovido por religiosos paulinos que condenan el fenómeno de los padres-abuelos. Se referían especialmente a ese hombre mayor que se casa con una joven y deviene padre con 60 años y hasta con 80, "sin pensar que pone a ese niño ante situaciones muy difíciles", dicen los paulinos.

Expertos en psicología no se asustan por la edad. Consideran al padre como una función dentro del hogar: es el que separa al niño de la madre para que éste no quede atrapado en sus faldas; y si la cumple, no hay problema. Claro que la joven tiene que respetar su papel de madre "sin adoptar hacia ese hombre una actitud de niña caprichosa", comenta Cristina Fontana, psicoanalista.

Algunas asociaciones de adopción no comparten ese límite de los 40 años. "Se trata de analizar cada caso, viendo la disposición que tienen esos padres y lo que les mueve a la adopción con el fin de encontrar lo que más conviene al niño", afirma Carmen Campuzano, coordinadora del proyecto de adopción internacional de la ONG Asociación Puerta Abierta de Madrid.

Hay expertos en psicología que no ven en la maternidad y la paternidad signos biológicos. "Tienen que ver más con el orden humano: el deseo, el amor y el goce dan lugar a lo que significa un hijo", comenta Federico Menéndez, director del Hospital de Niños de La Coruña.

Para muchos, el niño es más de donde pace que de donde nace y lo importante es que sea deseado. En las adopciones, recomiendan un seguimiento. "Lo importante es que los padres ancianos no depositen sobre el futuro hijo la responsabilidad de vitalizarlos; esto puede acabar siendo una carga importante para el niño", comenta Emilge Dio, psicoanalista. "El mayor problema es que esos padres adopten el papel tradicional de abuelos y el niño sea demasiado satisfecho".

Si esos padres-abuelos son personas activas, relacionadas con el entorno y están al día de cómo va el mundo, seguramente funciona. Otra cosa es la capacidad física, el esfuerzo que suponen un bebé o un niño de tres años mientras el lumbago ya está llamando a la puerta...