Jugar para pagar y cobrar
Los chavales del Sestao juegan cada domingo para neutralizar una deuda de 110 millones de pesetas
Ninguno está casado, ninguno trabaja, el entrenador es quien coge el teléfono en el club... Parece un equipo de chavaletes que quedan a la hora del partido para jugar. "Oye, déjame mil pelas para echar gasolina", se oye en el vestuario. El Sestao es, sin embargo, nada menos que todo un clásico en el fútbol español, con mayor antigüedad incluso que el Valencia, Zaragoza, Oviedo o Celta. No cobran. Llevan año y medio sin hacerlo. Algunos estudian y otros sólo se dedican a jugar al fútbol. Reivindican su derecho de profesionales.En el Sestao se acabó el dinero hace tiempo. Las deudas acuciaron y todos los ingresos quedaron embargados. Los jugadores se vieron atrapados por la bancarrota del club. Jugaban, pero no cobraban. El presidente les entregó el club. Otra cosa ya no se podía hacer. Vendió a la plantilla las acciones por una peseta.
Los jugadores se encontraron de pronto dueños del club. No les hizo mucha gracia. Echaron cuentas y llegaron a la conclusión de que "esto es una ruina". Resulta que se debían ellos mismos 110 millones de pesetas: 55 de la pasada temporada y los 55 millones que tendrían que cobrar en ésta.
El entrenador, Blas Ciarreta, de 48 años, padre de dos hijos, les hizo ver que con la salida del presidente la situación había mejorado, porque se rompería el bloqueo económico. Cuenta que "muchos embargos vienen de la denuncia de los jugadores por no cobrar. Al retirarla, la Liga comenzará a pagar parte de los 63 millones que nos tiene que dar esta temporada. La llegada de los primeros plazos permitirá que la plantilla comience a cobrar algo y que se puedan negociar otras deudas".
Se deben, además de los 110 millones a la plantilla, 30 a la Seguridad Social, 22,5 de créditos, tres a Hacienda, tres de viajes y 0,7 a la farmacia. Los principales acreedores, los jugadores, están dispuestos a conformarse con parte de los 13 millones que la Liga tiene que enviar al Sestao, una vez levantado el embargo. "Será el primer dinero que cobremos desde junio de l994", dice Jesús María Bastida, de 27 años, capitán del equipo y el jugador más veterano.
Todos están esperanzados, porque veinte mil duros significarán que los padres dejen de decirles que están haciendo el tonto por jugar en un equipo que no les paga. Las fichas son bajas, ninguna llega al millón y medio de pesetas al año -eso dicen-, pero no han permitido tan siquiera cobrar algo para ir tranquilizando al casero, en el caso de quienes se fueron a vivir de alquiler a Sestao o los alrededores.
Deportivamente, se sienten en la necesidad de dar de sí el 200%, ahora que el futuro del club depende de ellos mismos. El entrenador dice que si es verdad que rinden más que antes "sería imperdonable, porque un futbolista tiene que entregarse siempre, bajo cualquier circunstancia". Sí admite, en cambio, que están comenzando a jugar sin presión, y esto puede ayudar a incrementar el rendimiento.
La marcha no es mala. Ni arriba, ni abajo. El ascenso es una quimera, porque son jugadores sin experiencia tan siquiera en la Segunda División, o sea, que salvarse del descenso es el objetivo, lo que ya sería bastante, dada la crisis que estamos viviendo", dice la plantilla.
Por ahí han ido encontrando muestras de solidaridad. En el viaje que hicieron en autobús a Marbella, algunos establecimientos no les cobraron las consumiciones. "Eso era porque iba con nosotros el plus y salía en la tele", comenta Bastida. El capitán desconfía de las buenas palabras que dicen escuchar sus compañeros por algunos campos. "A mí me llegó a decir un jugador del Hércules: 'Ojalá no os paguen nunca', y eso seguro que no era para animarnos".
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