Padres y enseñanza

El debate iniciado por EL PAÍS el jueves 5 de octubre sobre la vieja polémica de la enseñanza de la religión en la escuela pública me ha hecho replantear el papel de los padres en esa institución.Las controversias quedan viciadas ya desde el principio si se asientan sobre tópicos y convencionalismos a los que no se opone ninguna objeción crítica. Y uno de ellos es el tan consagrado "derecho de los padres a escoger para su hijo la formación que consideran más adecuada". La defensa de este principio trae como consecuencia inevitable que la escuela pública se convierta en una prolongación del hogar familiar, un apéndice utilizado por los ciudadanos para intentar inculcar a los hijos principios que no voy a discutir aquí.

Decir que los padres tienen ese derecho es tanto como decir que la escuela está al servicio de la familia, en tanto que el alumno, presunto usuario del sistema educativo, se convierte en accesorio, sujeto paciente, instrumento destinado a satisfacer inquietudes paternales probablemente muy respetables, pero ante las que los poderes públicos tendrían que oponer la ceguera y sordera más absolutas.

La mera aconfesionalidad del Estado debería llevar aparejada la dejación de sus supuestas "funciones doctrinales".

Pero la cuestión no se reduce tan sólo al hecho de que siendo la escuela pública, una institución de titularidad pública, y por tanto una cuestión de interés público -y no sólo familiar-, la mera condición de padre no confiere facultad alguna para determinar una pretendida "formación moral o religiosa" del alumno; el concepto mismo de lo público nos lleva a la aún más extremosa conclusión de que yo, que no soy padre de ningún alumno, tengo tanto derecho como usted, que sí lo es, a opinar y hasta a decidir la formación que considero más adecuada para su hijo".-