Preacuerdo pesquero
LA UNIÓN Europea (UE) y Marruecos han llegado a un principio de acuerdo general sobre el contencioso de la pesca, por una parte, y la cuestión de la asociación, por otra, que ayer estaba a punto de ser plasmado por escrito, como borrador para la séptima ronda de negociaciones oficiales. Se trata de un consenso verbal, aún frágil, con flecos pendientes en asuntos en que la proximidad técnica no debe ocultar la persistencia de la distancia política, y que serán objeto de dura controversia hasta el último momento.Marruecos ha aproximado sus posiciones a las de la UE tras superar, esperemos que definitivamente, la soterrada batalla entre sectores de su Gobierno, que ha apartado al sector menos pactista -encabezado por el primer ministro Abdelatif Filali- de la negociación. Los Quince deberán discutir las distintas concesiones previstas, y pueden suscitarse resistencias políticas e insurgencias sectoriales. Pese a todo ello, un primer repaso a los puntos de consenso y a los de disenso dibuja un acuerdo equilibrado, en el que cada una de las partes realiza concesiones. Algunas, dolorosas, vistas o sufridas desde el prisma de los colectivos particulares más directamente afectados.
La dinámica del pacto ha provocado la maduración paralela de los acuerdos de pesca y asociación, lo que reclamaron España y Bruselas. Algunos pensaron que se evitaría la reducción de capturas pesqueras con la simple alusión a las ayudas financieras del acuerdo de asociación. La realidad es más compleja. Este acuerdo interesa tanto a Marruecos, por los recursos financieros que obtendrá (56.000 millones de pesetas anuales), como a la UE, porque las ayudas constituyen contrapartida de una zona de libre cambio progresiva. A España no le es indiferente: por la creciente presencia de sus empresas e inversiones industriales y en el sector de servicios marroquí, y por que interesa que al sur de Gibraltar se consolide una zona de crecimiento económico.
Los seis meses de amarre obligado de la flota han recordado a todos que las aguas objeto del trato son marroquíes. Subrayan la necesidad de, una, política de conservacionismo de los caladeros, porque hay menos peces que pescadores. La flota española, por su dependencia de caladeros ajenos, es la más interesada en la renovación de acuerdos, el imperio del pacto y de la ley, y la obtención de un marco a medio plazo que permita realizar previsiones y reducciones de actividad no traumática. Por eso es una buena noticia que el acuerdo tenga, como quería España, una duración de cuatro años, sin revisión posible.
Algunos aspecto! del pacto son insatisfactorios para el sector pesquero: reducir capturas es siempre un mal trago. Es posible que todavía algunas cuotas puedan retocarse en sentido más favorable a España y a la UE (al igual que puedan reconsiderarse algunas contrapartidas en sentido inverso), y en ello se han de empeñar todos. Pero esta vez sin dar demasiada oportunidad a los reventadores y a los demagogos: la parte de la flota menos castigada por las reducciones es la artesanal, la que mantiene más empleos. Porque si se obtiene algo fundamental (y que no era nada evidente cuando empezó la discusión),como es el plazo deseado -cuatro años-, algo hay que poner también encima de la mesa, sobre todo cuando se ha aceptado el irremediable principio de la reducción.
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