Desaparecidos

Empezaron a llegarme de una en una, luego a pares y a tríos, después a puñados. Postales angustiosas, verdaderas. Una asociación internacional ha puesto en marcha una campaña en favor de los desaparecidos saharauis. Estos desaparecidos son centenares de personas, todas ellas reconocidas por Amnistía Internacional, que fueron vistas por última vez hace cinco años, o diez, o tal vez quince, antes de caer en manos de la policía o el Ejército de Hassan. Marruecos siempre ha negado que haya desaparecidos, aunque en 1991 soltó a 300: un auténtico y kafkiano milagro administrativo, puesto que oficialmente no existían.El caso es que aún quedan más de medio millar de saharauis perdidos en el infierno del secuestro de Estado. Medio millar de víctimas que han sido simbólicamente adoptadas por ciudadanos españoles, franceses, holandeses, suizos, suecos, italianos y británicos. Todos estos europeos se han puesto ahora a mandarme postales como locos, cada una con el nombre de uno de los saharauis. Cojo una tarjeta cualquiera: habla de Hamadi Sidia Jraibiaa, desaparecido en 1976. Intento imaginar quién es, quién fue. Cómo se puede sobrevivir casi veinte años en el horror, en la ausencia absoluta de derechos, tal vez en una eternidad de agonía y tormento (los torturadores marroquíes, lo han contado los saharauis que los han sufrido, son feroces). Otra postal: Fatma Salek Said, desaparecida en 1981. ¿Qué edad tendría Fatma cuando la devoró la pesadilla, cómo, sería su cara, su sonrisa, su llanto, dónde y en qué estado se encontrará ahora? Son hombres y mujeres, ancianos y niños: entre las 500 víctimas hay de. todo. Zouina, Hdaya, Mohamed, Mahjoub. Sus nombres les hacen salir de las postales como un ejército de sombras. Como un grito callado que nos obliga a intentar rescatarlos.
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