Un par de cuestiones
importantes pone de manifiesto el conflicto pesquero con Canadá, en mi opinión. La primera, que nadie la ha tratado como una crisis entre Canadá y Galicia, sino como un problema entre Canadá y España; y esto, que dicho así parece una tontería, pone de manifiesto que, por encima de actitudes interesadas de algún político local, existe a nivel popular una verdadera y profunda conciencia de sentirse español. La indignación por el comportamiento de Canadá ha sido igual en Bilbao, Barcelona, Sevilla o Madrid y nuestros políticos deberían sacar conclusiones de ello.La segunda tiene que ver con la actitud de Inglaterra. Amigos tengo que afirmaban, en los momentos más críticos del conflicto, que teníamos que salirnos de la Unión Europea, decepcionados por la falta de solidaridad del Gobierno inglés.
Yo, en cambio, comprendo la actitud de este país y la comparo con la que tuvimos los españoles durante la guerra que enfrentó a Inglaterra con Argentina por causa de las Malvinas. Todos recordarán la alegría con la que celebrábamos en España los triunfos del Ejército argentino, y cómo deseábamos su victoria total en aquel conflicto.
Canadá está mucho más próxima al corazón de los ingleses que España, y esta circunstancia, al igual que ocurre con Argentina y los españoles, se basa en upa historia secular de hermandad. Por eso comprendo que los pescadores ingleses enarbolen banderas canadienses en sus barcos. Esa misma historia lo es, en el caso de Inglaterra y España, de guerra y profunda enemistad.
La mayor grandeza de la creación de la Unión Europea consiste, precisamente, en cambiar esta historia de odios seculares entre la práctica totalidad de los países que la componen.-
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