1995
Cuando empezó 1994 pensé: "Hace diez años estábamos en 1984". Es decir, diez años sin cumplirse las profecías de Orwell ni las de Nostradamus. A Orwell le han robado la moto los profetas neoliberales de la Comunicación Libre en el mercado uno grande y libre, y de Nostradamus nos queda la certeza de su manual sobre confituras, algo barrocas, pero confituras al fin y al cabo.En 1995, terminada la modernidad y de tan mala manera, ¿qué más puede pasarnos? Se casa una infanta y también Rocío Jurado, que ya está bien de abusar de la ansiedad del personal huérfano de boda de torero y cantaora desde los tiempos de la Pantoja y Paquirri. Cada década precisa un himeneo entre emblemas complementarios de lo nacional y Jurado & Ortega Cano han recibido el mandato histórico de perpetuar el imaginario de la raza. Pocas veces se ha encontrado pareja tan bien amueblada para el apareo del do de pechos y la espada.
En el banquillo casi todo el who is who de la modernidad económica y en gran liquidación de saldos el de la modernidad política, las elecciones municipales de mayo son esperadas por algunos como el definitivo desquite del 14 de abril de 1931. Si entonces unas simples elecciones municipales dieron paso a la sustitucjón de la Monarquía por la República, ahora otras elecciones municipales pueden restaurar definitivamente el antiguo régimen después de tan largo aplazamiento: Manuel Azaña, Francisco Franco, Adolfo Suárez, Felipe González y, por fin, por fin la revolución desde arriba de don Antonio Maura.
Aparte de este prodigio, en 1995 se conmemorará, supongo, el centenario de Dolores Ibárruri, Blancanieves de luto y, en claroscuro siempre rodeada de siete, setenta, setecientos, siete mil, siete millones de enanitos.
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