África es el lugar

Randy Weston ha encontrado en África su lugar. Incluso antes de viajar a Nigeria por primera vez, allá por 1961, ya se rastreaban en su estilo rasgos inequívocamente adscritos a las tradiciones de aquel continente.Desde su redescubrimiento en 1989, Weston ha grabado soberbios discos. El último, titulado Marrakech in the cool of the evening, relata con detalle una dulce lucha en solitario entre lo primitivo y lo rabiosamente moderno, entre los espontáneo y lo largamente meditado. Es una lástima que en concierto no se prodigue más a piano solo e insista en un trío, con la ayuda de Talib Kibwe, un saxofonista voluntarioso pero algo efectista y bastante limitado, y Neil Clarke, un excelente percusionista.

Entre ambos, Weston intercala cuñas de grandeza, imponentes mazazos junto a sutiles miniaturas que, por momentos, crean la atmósfera serenamente intensa de los impresionistas franceses. Despliega su repetorio más granado (Ifrane, Blue Moses, Hi-Fly, Little Niles, A night in Medina) como si entonara un himno a la comunión cultural. No queda sino darle la razón: si se ignora el legado africano, el espíritu se diluye.