Un mendigo

Llama mi atención el nivel de puerilidad al que seguimos estando sometidos. Un ejemplo son los discursos. Por razones obvias, no trato de exponer mi opinión acerca de lo que se oculta tras ese modo de actuar.Para contemplar lo que ocurre en el ancho mundo no hay nada mejor que echar una mirada a lo que uno supone más cercano. Hace tan sólo unos días que en Bilbao se ha juzgado a cuatro jóvenes -de rockeros los califica la prensa- los cuales, en su día, asesinaron a golpes a un hombre, Silverio Aragonés. Los autores del hecho trataban, como quien dice, de "pasar el rato". La fiscal cambió a última hora la calificación del mismo: de asesinato pasó a ser homicidio. Cortas son mis luces para entrar en distingos propios de leguleyos, mas lo que me interesa es el argumento que utilizó la fiscal para justificar su actuación. Según sus manifestaciones, las circunstancias en que aconteció el acto criminal "no eliminaban la capacidad de defensa o huida [de la víctima]".

Bien es cierto que, ya desde la procreación, en cada momento de nuestras vidas nos acompañan uno o más cuentos. Pero, puestos a elegir, unos son más simpáticos que otros. A mí me gusta a rabiar aquel que nos narra un acontecimiento. Tal vez éste nunca ocurrió. Pero me parece hermoso. Cuentan que el valet, aparcando el tratamiento respetuoso con el que hasta entonces se había conducido ante su señor, se dirigió a éste de ésta guisa: "Tú, mi igual en derechos".

Como la brevedad no debería estar reñida con la cortesía, pido disculpas por dirigirme a un periódico transgrediendo las normas de la información. La identidad de la víctima tal vez no ha quedado aclarada, la he citado por su nombre; la prensa lo ha hecho ante todo por lo que era: "un mendigo".-