El valor de la escala humana

Fue una buena experiencia ver al Nederlands en medio de tanto alarde tecnológico que nos acerca al siglo XXI; y también la prueba de que la escala humana aún tiene (y ojalá conserve) un gran valor. La noche fue ejemplar por la calidad del baile y la emoción que vibra dentro de las creaciones del programa.Raptus (1988) es un excelente ballet introspectivo donde reverbera hasta la tortura el dolor del amor, de la duda en el amor. Duato escarba con honestidad en el tema y consigue una pieza profunda y bien elaborada.

Two (1990) es un soberbio pas de deux, apoteosis en cuerda menor donde no hay saltos ni otro virtuosismo que el enlace siguiendo un lento de Busoti en progresión sutil y al servicio de esa danza de diástole-sístole, atracción-repulsión, unión-huida. Del mismo Van Manen es Black Cake (1989), un divertimento para seis parejas creado para el 13 aniversario del Nederlands. Intrascendente a la vez que amargo al final, la plantilla borda el estilo histriónico.

Con Sinfonía de los Salmos (1978) comenzó a batir un aire gélido del oeste sobre la Isla de la Cartuja, y el poema de Stravinsky atravesó el auditorio como un cometa. Esta es una de las obras maestras de Kylian y quizá la que mejor, junto a Sinfonietta, permiten definir su estilo, por ejemplo, en el uso del canon en progresión, donde crea una lógica de encadenar movimientos a la vez musical y plástica. Una lección de cómo hacer belleza perdurable con sencillez.