De los matones de Gaultier al carrusel de Luis XIV
Los zapatos hundidos en barro de las Tullerías, empujones y asfixia durante una hora esperando que las verjas se abrieran, gritos e histeria dentro del pelotón de seguidores, y generosidad en golpes y puños cerrados por parte de los guardias de seguridad que custodiaban el recinto forman parte del lote que significa acudir a un desfile de Gaultier.Fotógrafos empujados, periodistas a los que aun con invitación, se les niega la entrada al desfile y un largo etcétera de inclemencias siguen desde hace dos años a las presentaciones de moda del niño prodigio y terrible Jean Paul Gaultier.
Pedro Almodóvar y su troupe han sido espectadores de primera Fila en estas jornadas de los diseñadores parisienses para ofrecer la moda de 1992. "Si alguna vez me decido a hacer una ópera, me gustaría que el vestuario lo diseñara Mügler. Me ha encantado el desfile, por la mezcla de westen con lo español", señalaba Almodóvar. Junto a él, caras conocidas como Inés de la Fressange, Carmen Rossi y un tropel de travestidos vestidos de arriba abajo de la más fina costura se han encargado de ambientar esta manifestación del prét-à-porter- para la cual se han necesitado 4.500 sillas. 15 kilómetros de cable, tres semanas de montaje y 200 espejos para peinar y maquillar a las modelos más solicitadas del mundo, entre las cuales se encuentran las españolas Celia Forner y Violeta.
Fue en el siglo XVII cuando los carruseles eran paradas obligadas para que los caballeros exhibieran sus destrezas en honor de alguna dama. Luis XIV realizó su memorable Carrousel Royal en 1662 en honor de Mademolselle de la Valliére. Ahora la gesta será conmemorada con chovinismo por la Federación Prancesa de la Costura y del Prêt-á-Porter, como escenario de la industria que genera trabajo para 40.000 personas y suma una cifra de negocios de 5,5 millones de francos.
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