Ingenuidad
Las imágenes de La piel que brilla, primer largometraje de Philip Rldley, confirman la falta de modestia de su autor -británico, 32 años, pintor, novelista y dramaturgo, entre otras cosas-. Ridley es un cineasta que no carece de imaginación, tanto sobre el papel como en la puesta en escena, pero ésta acaba malográndose casi siempre como consecuencia de una voluntad poco menos que chulesca de epatar al público.El filme transeurre en una pequeña población rural norteamericana a mediados de los años cincuenta y narra la historia de un niño cuya peculiar interpretación de la realidad acaba convirtiendo su existencia en una auténtica pesadilla. La acumulación de golpes de efecto, acontecimientos luctuosos y personajes extravagantes no parece obedecer a otro propósito que el de encubrir la manifiesta endeblez del guión y acaba convirtiendo a la película en un castillo de fuegos artificiales. A fuerza de querer ser perversa y original, La piel que brilla acaba siendo ingenua y en muchas ocasiones absurda.
La piel que brilla
Dirección y guión: Phlllp Ridley.Fotografía: Dick Pope. Montaje: Scott Thomas. Dirección artística: Dick Roberts. Producción: Dorninic Anciano y Ray Burds. EE UU, 1990. Intérpretes: Viggo Mortensen, Lindsay Duncan, Jeremy Cooper. Estreno en Madrid: Renoir (versión original).
Quizá lo más irritante de todo sea el profundo desprecio que su director demuestra hacia las enseñanzas de los maestros. Todo lo que quiere y no sabe contar Ridley lo ha contado Charles Laughton en un único plano de La noche del cazador, y ninguna película ha mostrado con mayor contundencia el sadismo de nuestra infancia que Viento en las velas, de Alexander Mackendrick. Ridley parece más interesado en jugar a David Lynch.
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