"Ahí dentro cambia todo"
Una fila de personas se agrupa alrededor de la entrada a la sala de visitas de la prisión de Carabanchel. La madre de un toxicómano, el primo de un etarra o el hermano de un acusado por violación se mezclan en la espera junto a la verja que separa la cárcel de la calle. La habitual negativa de las autoridades penitenciarias a permitir la entrada de periodistas en las prisiones convierte a los parientes en fuente informativa.Enrique, profesor de inglés, ha ido a visitar a su hermano, de 28 años, que está detenido desde 1989 acusado de violación. "Antes de venir a Carabanchel pasó por Ocaña. Ahí la situación es penosa. En el patio se mezclan todos los presos: desde condenados por asesinato hasta gente que todavía está pendiente de juicio. Estaba acojonado; un grupo de reclusos le quitaban el dinero que le mandábamos", recuerda Enrique. "En Carabanchel está mejor porque a los presos, según los delitos, los distribuyen en distintas galerías. Lo peor de todo es que les obligan a estar en el patio varias horas al día con este calor", añade.
Javier también espera visitar a su hermano, un joven de 29 años natural de Bergara (Guipúzcoa) y acusado de colaboración con ETA. Dos primos le acompañan. Su principal queja se centra en las "lamentables condiciones higiénicas" de la prisión. El miedo a contraer enfermedades como el sida o la tuberculosis es un motivo constante de preocupación. "Hay presos que se drogan en las celdas o en el baño. A veces mi hermano se ha encontrado regueros de sangre o jeringuillas en el lavabo", dice Javier.
Malas compañías
Antonio lleva seis meses detenido. "Una noche con un amigo cogió un taxi y el compañero que iba con él le obligó al taxista a que le diera la recaudación", explica su padre, un albañil nacido en Badajoz que se lamenta de que "las malas compañías" convirtieran a su hijo en un toxicómano. "En la cárcel se ha apuntado a un plan para salir de la droga", dice con una mal disimulada satisfacción y, acto seguido, añade que en la cárcel se ha curado.
El hermano de José Antonio, un bombero preso por drogas, relata: "Al entrar en la cárcel quieren chulearte y quitarte todo lo que tienes. Si les impides que te den por el culo y le echas un par de huevos, te dejan en paz. Ahí dentro todo es diferente".
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