Sugerencia
La semana ha sido pródiga en imágenes repugnantes. Por un lado, esa foto que da fe -y nunca mejor empleada la palabra- del pío y algo empalagoso besuqueo entre un ex electricista y un antiguo actor llamados a destinos más altos; es decir, dura Lech Walesa y el Papa de Polonia. Por otro, los banderines y confeti prodigados en la calle Broadway cuando rugía la marabunta por la senda de los elefantes. Hay donde elegir.No obstante, si tengo que hacerlo, me quedo con la jura de bandera de nuestros mitos canoros y sus extrañas familias; de paso, habría que exigir que, cuando juren ellas, le den al trapo un ósculo en cada mejilla, como si estuvieran en el programa de Nieves Herrero. Eso, por lo menos.
Algunas voces se han levantado contra el conmovedor acto patrio, pero hay que entender que esa gente vive en el permanente desasosiego de no dar de sí lo que debe, sobre todo -algunos- en impuestos, por aquello de la nacionalización panameña. Y debemos comprender que, además, en su afán por abrir nuevos horizontes, los ídolos de ambos mundos y sus lujosos cachorros nos acaban de brindar la oportunidad de solucionar, de una vez por todas, el lacerante problema del servicio militar, que tiene a gran parte de la juventud en un tris de pasar a la clandestinidad, la marginación o la trena.
Propongo desde aquí que, a partir de este año, la mili pueda realizarse en el Festival de Eurovisión o en el de la OTI, bien en actuaciones solistas o en la modalidad de coral dándole a la corneta. Reconocerán que no sólo sería una solución desde el punto de vista juvenil: supondría, además, darle un empaque marcial a esos inventos. Televisión Española podría así combinar lo entretenido con lo útil y montar unos agradecidos coloquios.
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