Italia asiste a una nueva crisis democristiana

A sólo horas de que el nuevo Gobierno Andreotti fuera investido por el Parlamento y el Senado, ha estallado una guerra entre el Quirinal y la Democracia Cristiana (DC), concretamente entre Francesco Cossiga, jefe del Estado, y Ciriaco de Mita, presidente del partido. El nuevo Gobierno ya había perdido en el camino de su investidura a los republicanos, un aliado tradicional, que ahora es opositor.De Mita filtró a un periodista del periódico de Turín La Stampa la existencia de un altercado con Cossiga, a quien acusó de haber actuado al margen de la Constitución durante la crisis de Gobierno. De Mita, que pertenece al grupo de la izquierda del partido, lo mismo que Cossiga, se sintió herido ante la revelación de una conversación que debía haber quedado secreta, y a través de varias entrevistas confirmó el domingo que Cossiga, más que garante de la Constitución, se había convertido en contestador de la misma.
El jefe del Estado, tras una profunda crisis de depresión y de desilusión públicamente confesada, convocó ayer a Arnaldo Forlani, secretario de la DC, para una entrevista oficial. Cossiga quería saber si su partido, que es además el partido de mayoría relativa del país, confirmaba o no las críticas que le había hecho De Mita, ya que en caso afirmativo, explicaba Cossiga, "la cosa habría sido muy seria". Forlani, entre la espada y la pared -ya que De Mita es el presidente del partido-, puso en ejercicio su fama de bombero echando agua al fuego y minimizó la cosa asegurándole al presidente de la República que la Democracia Cristiana considera que su actitud durante la crisis fue "admirable e irreprochable".
Ahora queda por ver cuál podrá ser la respuesta de De Mita al sentirse desautorizado por el partido que preside. Cossiga no ha querido ocultar la catilinaria que había recibido días atrás por parte de De Mita cuando éste recibió a la delegación democristiana para las consultas sobre la crisis. Esta voluntad ha quedado reflejada por el hecho de que al periodista de La Stampa que había publicado el coloquio le telefoneó para confirmarle que, excepto pequeños detalles, había explicado muy bien lo ocurrido.
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