El debate / 1
LA MAYOR novedad del debate sobre el estado de la nación de ayer fue que Alfonso Guerra no estaba donde solía. Por lo demás, el discurso de Felipe González fue casi una repetición del pronunciado en su última investidura y reiterado hace un año con ocasión de su revalidación en el debate de la cuestión de confianza. Siendo idéntico el diagnóstico, lógicamente también lo fueron las recetas: España debe aprovechar el más dilatado periodo de régimen democrático de su historia -y el primero en que dicho sistema no coexiste con una situación de grave crisis económica- para superar las distancias que la separan de los países con mayor tradición democrática y más desarrollados del continente. Y para ello debe hallar un equilibrio entre la aspiración a una mayor eficiencia económica y el mantenimiento de la cohesión social. Los problemas asociados a la culminación del proceso de unificación del mercado europeo ofrecen la ocasión para acelerar los esfuerzos de modernización necesarios para colmar esa distancia y permiten plantear los objetivos desde una política de amplia concertación política y social.Una primera objeción: si objetivos y métodos para alcanzarlos no han variado, ¿por qué se ha esperado más de un año para acometer la remodelación gubernamental que debería servir de señal de partida? Tiene razón González al afirmar que el reajuste del Gabinete no tiene por qué suponer un cambio de política: su programa es el del partido ganador de las elecciones e interpretado por el mismo presidente. Pero ello no explica la relativa paralización que ha afectado a algunas áreas importantes del Gobierno y la Administración durante los largos meses de provisionalidad vividos. Relativa, porque de todas formas 1990 fue el año en el que los socialistas iniciaron un sutil movimiento de apertura hacia otras fuerzas políticas con vistas a un futuro sin mayoría absoluta, y en el que, tras la ruptura de la huelga general, se normalizaron las relaciones con los sindicatos mediante acuerdos significativos. Pero paralización, al cabo, porque se perdió un tiempo precioso en la plasmación de esos objetivos en terrenos tan vitales como el de la cooperación autonómica o la concertación social.
Tratándose de una mera introducción al debate, el discurso ofreció escasas novedades sobre eventuales iniciativas en tales terrenos. La búsqueda de un equilibrio entre los riesgos simétricos de uniformización y de discriminación en la atribución de competencias a las diferentes comunidades supone, sin embargo, una parcial rectificación respecto a anteriores pronunciamientos. De otro lado, el hecho de que muchas competencias relacionadas con los servicios públicos hayan sido transferidas a las comunidades (en las cuales, por otra parte, la presencia socialista es mayoritaria) no exime al Gobierno de responsabilidades en la fijación de prioridades y líneas generales de actuación. El balance ofrecido de la política económica (reducción de los desequilibrios y alejamiento del riesgo de recesión) sigue siendo, junto con el esfuerzo realizado en enseñanza, el principal aval del Gobierno. La referencia a las infraestructuras fue demasiado genérica, a la vista de la prioridad que el programa de gobierno socialista otorga a ese capítulo y de las expectativas abiertas por la presencia del ex recaudador Borrell al frente del departamento correspondiente.
La proximidad del debate sobre la guerra del Golfo restó interés a las consideraciones sobre política exterior y de defensa ofrecidas por González. Será inevitable, sin embargo, que el Gobierno adelante su posición respecto a la cada vez más inaplazable reforma del servicio militar obligatorio. Por lo demás, las apelaciones al consenso (o a la responsabilidad compartida) no pueden sustituir a la exposición de compromisos concretos en relación al deterioro de la calidad de algunos servicios públicos, desde la sanidad al correo o las comunicaciones telefónicas. Encauzada -aunque con retraso- la reforma de la fiscalidad, la cohesión social imprescindible para superar esos famosos retos en nombre de los cuales fueron adelantadas las elecciones de 1989 pasa ahora por una mayor sensibilidad hacia esos problemas que mantienen vivo el objetivo de conseguir que España funcione.
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