El embargo y la piscina

C. M. La situación es digna de Kafka. Irak ha pedido ayuda a Estados Unidos no para poner fin a su enfrentamiento en el Golfo, sino para terminar las obras de una piscina en la residencia de su embajador ante las Naciones Unidas. El motivo: el constructor de la piscina no quiere rematarla a causa del embargo comercial contra Bagdad.

¿Son aplicables las sanciones de la ONU en este caso? Eso es precisamente lo que la misión iraquí ante la organización internacional trata de aclarar en una carta dirigida a la Embajada norteamericana en la ONU, de la que la agencia Reuter ha obtenido una copia. La carta iraquí manifiesta que "Irak agradecería la ayuda de la misión de Estados Unidos (ante la ONU) para conseguir que el contratista accediera a facilitar las piezas necesarias para terminar la construcción de la piscina". Aparentemente, el contratista, una firma de Long Island, ha comunicado a la misión iraquí que, "en estos momentos, cualquier trato con Irak es imposible".

La misión norteamericana se ha negado a comentar el contenido de la carta de los representantes de Sadam Husein, y ha enviado la misiva al Departamento de Estado en Washington. Entre tanto, expertos legales de la ONU están estudiando si entre los materiales objeto de embargo se encuentran los destinados a la construcción de piscinas.