La desprogramación
La terapia de los desprogramadores va encaminada a contrarrestar los efectos del lavado de cerebro. La mecánica básica de uno de estos lavados -técnica utilizada con éxito durante la guerra de Corea para modificar la personalidad de los marines estadounidenses prisioneros- tiene una primera fase, conocida como bombardeo de amor, en la que se agasaja intensamente al neófito. Esta situación contrarresta las desconfianzas iniciales de los aspirantes a formar parte de una secta. Paralelamente, se le informa sobre el proyecto colectivo, sus aspectos positivos y la posibilidad de contribuir desde ahí a crear una sociedad mejor. Los principios teóricos de la mayor parte de las sectas no pueden despertar las sospechas de nadie, pero, según Pepe Rodríguez, periodista y escritor especializado en el tema, "las sectas no son peligrosas por lo que dicen sino por lo que hacen".La segunda fase del lavado de cerebro va encaminada a ejercer un control total sobre el adepto, a quien incluso se acompaña cuando acude al baño. Durante esta fase se le impide el contacto con cualquier persona que no esté plenamente integrada en la secta, para evitar que entable conversaciones sobre la utilidad de lo que está haciendo en el grupo. Esto va acompañado por un cambio de la dieta alimenticia habitual por otra menos rica en proteínas -lo que provoca alteraciones en el sistema nervioso- y un recorte drástico del tiempo dedicado al sueño (algunas sectas inician su actividad a las cuatro de la madrugada). Todo ello acaba sumiendo al neófito en un estado de fatiga física e intelectual que le hace depender cada vez más de las decisiones del líder del grupo.
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