Alan García promete llegar hasta las últimas consecuencias en la investigación sobre la matanza en las cárceles de Lima
"O se van ellos o me voy yo", aseguró el presidente Alan García al referirse a los responsables de la matanza realizada la pasada semana en la prisión Lurigancho, mientras versiones de golpe procedentes de Buenos Aires mantenían ayer en vilo a los medios políticos. El encargado de hacer frente a esas versiones fue el embajador peruano en Argentina, Alfonso Grados Bertorini, que declaró tajantemente: "No hay un golpe de Estado en Perú".
El partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), en el Gobierno, ha enviado mensajes para reclamar la solidaridad de países y Gobiernos amigos en estos momentos críticos para la democracia peruana. Junto con este mensaje, los destinatarios recibieron el texto de las graves acusaciones formuladas el jueves por García después de inspeccionar personalmente el pabellón industrial de Lurigancho, donde no hubo supervivientes a la represión.García dijo que la Guardia Republicana es "responsable directa", pero reiteró una y otra vez que no se encubrirá a nadie y que las investigaciones se llevarán a cabo "caiga quien caiga", dando a entender en todo momento que había responsabilidades más altas.
Delante del pabellón industrial -donde estaban encerrados los presos de Sendero Luminoso-, con tono sumamente grave y flanqueado por tres de sus ministros, el presidente de Perú denunció que en la represión del motín del penal de Lurigancho "fueron fusilados, con un tiro en la cabeza, 100 o más presos que ya se habían rendido". Aseguró Alan García que en la lucha con las fuerzas del orden no hubo más de 15 ó 20 reclusos entre muertos y heridos. "El resto fue sacado por un boquete y ultimado, como lo demuestran los protocolos de la autopsia". "Este crimen horrendo, este crimen horroroso ha sido cometido operativamtente por la Guardia Republicana, pero la responsabilidad alcanzará hasta donde deba alcanzar", insistió García.
El director de Instituciones Penitenciarias, Manuel Aquezolo, informó posteriormente que los internos en Lurigancho no tenían armas, ni sustancias inflamables, ni construcciones de cemento, ni fortificaciones en el interior, como alegaban los comunicados del comando conjunto. En suma, el pabellón industrial de Lurigancho no era, ni mucho menos, un "fortín inexpugnable", dijo Aquezolo.
El propio presidente invitó después a entrar al pabellón a los periodistas, que pudieron apreciar el horror de aquella noche del 18 de junio. El pabellón es una especie de hangar de 3.000 metros cuadrados, sin separaciones, ni mucho menos fortificaciones. En el techo hay grandes y múltiples claraboyas, desde donde, según Aquezolo, se podía controlar el motín.
En el suelo se veían restos de todo tipo, colchones, muelles de camas con los hierros retorcidos, papeles, ropas, utensilios de cocina y muchos banderines rojos, todo dentro de un gran desorden, como si hubiera habido una batalla campal que, finalmente, no hubo. Las paredes aparecían cubiertas por múltiples pintadas senderistas, con profusión de, la hoz y el martillo y vivas al presidente Gonzalo (el fundador de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán) y al Ejército Guerrillero Popular.
En un lado de esta gran nave hay un boquete de regulares dimensiones que, al parecer, fue abierto con explosivos por las fuerzas del orden, por el que entraron el presidente y sus acompañantes, y después los periodistas. Por allí fueron sacados los presos rendidos para ser fusilados. Aquezolo indicó, y los periodistas pudieron apreciar, que apenas había huellas de sangre en el recinto, lo que significa que la mayoría de los reclusos -y eran 124, según cifra oficial- fueron ejecutados fuera.
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