Isaac Stern y Jean-Bernard Pommier, más allá del elogio

La actuación, absolutamente sensacional, del violinista Isaac Stern y del pianista Jean-Bernard Pommier inauguró en el Teatro Real de Madrid un breve pero significativo ciclo de conciertos, patrocinado por el Banco de Bilbao. Dos grandes virtuosos se unieron para hacer de manera insuperable música de cámara, yo diría que para explicar desde el escenario qué es y en qué consiste el espíritu y la materia de la música de cámara.Desde la Sonata en La menor, op. 23, de Beethoven (1801) a la Sonata en Re menor, de Brahms (1888), no sólo ha transcurrido un largo y definitorio período temporal sino que ha corrido mucha agua bajo los puentes técnico-ideológicos de la expresión musical filorromántica.

A ella pertenece, aun a través de un pensamiento y un lenguaje diverso, la Sonata en La menor, de Gabriel Fauré, mientras la opus 108, de Claudio Debussy, nos lleva a otro mundo: el de la evocación, la sugerencia, la imagen y, por decirlo de algún modo, el modernismo anticipado en el que a veces suena con claridad la voz llegada desde la España meridional.

Mundo de la sonata

Cada sonata es un mundo, y si realizar con perfección interpretativa y virtuosismo asombroso es ya difícil, más peliagudo resulta internarse por las secretas galerías de los distintos pentagramas. Pero estamos ante dos artistas cuyo elogio, por grande que sea, suena a cosa vana. Lo que son y hacen queda no ya por encima de la crítica, sino de la alabanza.

El dúo Isaac Stern-Jean-Bernard Pommier se convierte para quienes lo han escuchado en punto de referencia y al nombre de cada autor se adhiere con fuerza el de sus intérpretes: se dirá siempre el Mozart, el Beethoven, el Fauré o el Debussy de Isaac Stern y Jean-Bernard Pommier, justa y emocionadamente aclamados a lo largo de su ejemplar actuación.