Tarancón, primer veraneo como jubilado
Prepara un libro sobre los años de la transición y volverá a la actividad pública en octubre
El cardenal Vicente Enrique y Tarancón vive como un cura. En el mismo pueblo en el que fue arcipreste, Vila-Real, pero sin las obligaciones de atender a la parroquia. Está en Torre Anita, sin guardia civil a la puerta y dedicado a preparar un libro en el que narrará su experiencia como arzobispo de Madrid durante la transición. "Las memorias las dejo para más adelante", afirma, " porque en ellas aparecerán forzosamente personajes políticos y no quiero ahora levantar ampollas". El cardenal Tarancón se impuso, al cesar como arzobispo de Madrid, un silencio de varios meses. Volverá a la actualidad pública el próximo mes de octubre. El día 10 ocupará el espacio televisivo Españoles.
Torre Anita está sobre el cañón del Mijares que dibuja meandros en el ermitorio de la Virgen de Gracia. En la terraza del chalé, el cardenal Tarancón recibe a sus amistades. Sentado en un sillón de caña lía cigarrillos de caldo de gallina, como siempre. "Yo conservo mis costumbres. Soy fiel a la picadura. De vez en cuando me fumo un habano, pero tampoco me he pasado a los Cohiba, pese a que se han puesto de moda. La primera caja que me fumé me la regaló el Rey. Suárez también me hizo un regalo similar. Entonces no estaban en el mercado. Sigo prefiriendo los Montecristo. Lo que me sorprende es que Felipe también se haya pasado. Por cierto que antes, cuando nos veíamos, mientras yo me fumaba uno él consumía tres. De las marcas nacionales prefiero los Condal. Me manda algunos monseñor Echarren desde Canarias"..El cardenal Tarancón se ha negado durante todo el verano a conceder entrevistas formales. "Yo creo que era bueno que abandonara la actualidad. Se ha hablado demasiado de Tarancón. En Madrid hay otro arzobispo y debe realizar su labor sin que yo me inmiscuya en ella. La Conferencia Episcopal también debe trabajar sin la sombra de Tarancón. Me propuse mantenerme en silencio hasta octubre y no he renunciado a ello. Para el día 10 he aceptado participar en el programa de televisión Españoles. Iré a Madrid para esa fecha. Acudiré a la Real Academia con el comienzo de las sesiones y a partir de ese momento recuperaré la actividad que me corresponde en calidad de jubilado. Por cierto que me cuesta un poco acostumbrarme a la nueva vida. Antes tomaba las vacaciones con gran ilusión y, aunque por teléfono seguía conectado con Madrid, el descanso se me hacía corto. Cuesta hacerse a otro tipo de vida".
Monseñor Tarancón dice misa al mediodia y dedica la tarde a familiares y amigos. En las horas libres prepara un libro sobre los años de la transición. "No son exactamente unas memorias. Estas las dejo para más adelante, porque en ella aparecerán, forzosamente, muchos políticos y, en algunos casos, pueden levantarse ampollas. Las memorias son un proyecto más lejano, para dentro de unos años. Para que se publiquen en el momento más idóneo. Ahora pretendo contar mi labor como arzobispo de Madrid en los años de la transición".
El cardenal reconoce, no obstante, que no podrá pasar por alto datos históricos. Como su salida por la puerta de atrás de los Jerónimos, el día del funeral por Carrero Blanco, escoltado por la policía y con parada para almorzar justamente en Tarancón; la sorpresa que le causó a Herrero de Miñón, que por entonces era diputado de UCD, cuando pactó el tema de la educación en la Constitución, cosa que ya había hecho previamente con Alfonso Guerra, o cómo recomendó que fuera el cardenal Marcelo González quien pronunciara la homilía en el funeral de Franco. "Conviene que sea don Marcelo" dijo, "porque es orador sagrado".
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