La encrucijada polaca
( ... ) El caso polaco aún dará mucho que hablar. En la Hungría de 1956 y en la Checoslovaquia de 1968, sendas intervenciones soviéticas forzaron por la vía de los respectivos partidos comunistas la normalización. La simpatía mundial despertada por el movimiento de Lech Walesa y, como telón de fondo, el Papa polaco, entre otras muchas razones, hacían difícil la directa intervención soviética. Occidente había anunciado, esta vez con cierta eficacia, que las medidas serían drásticas contra la URSS en caso de invasión. La Unión Soviética optó, pues, por el golpe militar. Al cabo de un año, el poder de la fuerza bruta ha conseguido algunos objetivos, pero los problemas continúan igual.Sin embargo, Jaruzelski no ha fracasado estrepitosamente. Corno es lógico, la envergadura del aparato policial -militar y la amenaza de pérdida de empleo contra todo disidente han funcionado: el ejemplo más claro está en la pasada huelga, fracasada, del 10 de noviembre. Incluso la Iglesia ha optado por abandonar la vía de la oposición absoluta y practicar, como ha sido su tradicional comportamiento en Polonia por temor siempre a la invasión soviética, una vía dialogante para moderar los impulsos de la dictadura y encontrar un modus vivendi de la sociedad polaca. Jaruzelski, además, aparece no tanto como el dirigente comunista duro fiel a Moscú, los Husak o Bilak checoslovacos, sino como el militar que intenta salvar la invasión exterior buscando alguna propia vía de desarrollo, como lo ejemplifican los sindicatos recién creados.
En medio de este difícil equilibrio, el ciudadano privado Lech Walesa intenta también, de acuerdo con la Iglesia, un diálogo moderado, la búsqueda quizá de una vía media entre lo que fue Solidaridad y lo que quieren ser los nuevos sindicatos oficiales, sin discutir en absoluto ni el régimen de socialismo real ni las alianzas exteriores de Polonia, es decir, su obediencia a la URSS. ( ... )
19 de diciembre.
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