El nuevo disco de Julio Iglesias: meter la pata con buen pie
Cada disco de Julio Iglesias es un pastel sin moscas, la hoja de laurel deslizándose sobre la nieve, la espuma de jabón en dulce, un zumbido más tibio que una almohada, el preservativo escondido a la sombra de un sauce llorón, el árbol de la fe nunca ahorcada, la gravitación de la seda, los pliegues del otoño a lomos de una leve libélula azul, el crimen pasional con cloroformo, la pri mera comunión de Fraga, la Ha ve sin bolsillo, el misterio durmiente de la almendra vana, el clandestino mondadientes, el peluquín perdido de Giscard d'Estaing, la segunda regla de Audrey Hepburn, la botella de gaseosa rebozada de purpurina, el perfume de un musgo diseñado por Pierre Cardin, el más allá del más acá y la miel de los círculos de lava. Nadie puede ser sordo al oleaje de tanta voluntad de cero en vilo, de caracol sincero, de hilo musical que cruza a gatas entre la fruta tropical y la pistola checa. Sin romperse. Sin mancharse. Pero corriendo un riesgo abismal. Bajo el infarto, la playa. Miremos ya lo escrito a ciegas, mientras al lado suena la equilibrada voz de Julio Iglesias. Lo dicho era un decir tan sólo en un quítame allá esas pajas. Era dar pie para que entrase de puntillas un personaje de Bernard Shaw diciendo: "Debe de ser magnífico el sentirse diosa sin haber hecho nunca nada que lo justifique".Es dejar ya que nuestro ídolo, que sospecha que hay frases para agujerear hasta el agua de rosas, venga y se justifique con sus crujientes dones: elegancia, sonrisa, credibilidad, arte de la imagen, sabia mezcla de viejos éxitos y novedades infalibles, más locura empapada de amor y una brizna, eso sí, de alada magia. Será cosa de adelantar que no hay mal que por bien no vaya.
¿Hacia dónde? Hacia la casa de Rudyard Kipling, antaño habitada por Paco Valladares, para allí tropezar con la cita encamada: "Si eres capaz de hablar con la multitud y conservar tu entereza, o de tratar con reyes sin perder la sencillez, / si ni tus enemigos ni tus amigos más amados logran herirte, / si todos pueden contar contigo, pero nadie en demasía; / si consiguen colmar el minuto inexorable / con el valor exacto de sesenta segundos, tuya será la Tierra y todo cuanto ella contenga, / y -lo que vale más- serás un hombre, hijo mío". Julio Iglesias ha sido capaz. Y Momentos (CB S-S 25002) no es sino el reflejo muy florido de esa capacidad insaciable.
El valor de los sesenta segundos
Cada minuto de este nuevo disco está colmado con el valor exacto de sesenta segundos. Lenguas malévolas replicarán que Marilyn Monroe los colmaba de distinto modo. Pero lo cierto es que Julio Iglesias no tiene menos talento ni peor voz que Marilyn. La faena es que Julio es un hombre, hijo mío. Es decir: se le exige algo más y algo menos. Lo dará. Da nueva vida a Nathalie, acaso divorciada de Bécaud, para abrir boca; da flacos ripios al amor pasado. Da un eco machadiano en Momentos, en el más puro estilo del SEU: "Ya ves que todo pasa, / quién diría, / ya ves qué poco queda / del ayer"; da temblor a palabras como apenas, se muestra valiente en los encabalgamientos, subraya las rimas internas y destruye la sintaxis con furia dadaísta. Da nuevo vuelo y mayor soledad a La paloma, entre coros de duralex. Da garganta y dinero a Danny Daniel con Las cosas que tiene la vida; a saber: risas, infidelidad y lágrimas. Y vuelven a anidar en él los besos para que renazca Amor. "Nació de Dios / para los dos, / nació del alma".
Imaginarse 'Quijote'
Feliz se siente cuando le da por imaginarse Quijote, bohemio, poeta, golfo y cantor de silencios, al tiempo que desgrana sentencias filosóficas que merecen el premio Ramón y Cajal: "Me conformo con nada, con todo y con más". El máximo estallido autobiográfico queda esbozado en No me vuelvo a enamorar, momento poblado de lágrimas y cuerdas respondonas, confesiones y escozores. Se da otro tropezón Con la misma piedra y con el mismo pie; he aquí su piedra filosofal, del campo de fútbol a Miami, pasando por Benidorm: "En cuestión de amores nunca aprenderé". Le da por esperar a Esa mujer que, aun pudiendo ganar, a menudo se rinde. Y, a la manera de un maletilla, pide que le den otra oportunidad: Si el amor llama a tu puerta.
¿Quién da más? Julio Iglesias ha conseguido el colmo de los colmos: meter la pata con buen pie. La moraleja se resuelve en menos que canta un gallo: toda desdicha tiene su recompensa.
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