Más revelaciones sobre el secuestro del democristiano Ciro Cirillo

Un nuevo golpe de efecto se ha producido en la polémica entre comunistas y democristianos sobre el secuestro de Ciro Cirillo y el rescate de 150 millones de pesetas pagados a las Brigadas Rojas.El director de la cárcel de Ascoli Piceno ha confesado a los jueces de Nápoles que durante los días del secuestro del líder democristiano se presentaron en la cárcel para hablar con el gran jefe de la Mafia napolitana, Raffaele Cutolo, tres hombres de los servicios secretos y el brazo derecho de Cirillo, Giuliano Granata, alcalde democristiano de Giugliano, en la provincia de Nápoles. La primera reacción partió del propio Cirillo, que ha dimitido de todos sus cargos dentro del partido.
En un principio había negado el haber pagado un rescate a las Brigadas Rojas; más tarde lo admitió, pero juró que no habían intervenido ni los servicios secretos ni ningún responsable de la DC.
Ahora, las revelaciones del director de la cárcel donde está Cutolo han vuelto a resucitar pruebas del caso. Mientras tanto, los ministros del Interior, de Justicia y de Defensa han sido convocados para declarar ante el Comité de Información del Parlamento.
Y por si todo esto fuese poco, para complicar aún más el desmadejado ovillo, el diario comunista L'Unitá recibió ayer una carta del criminólogo de extrema derecha Aldo Semerari, amigo de Cutolo y que desde hace tres días ha desaparecido, en la que afirma que él fue el autor del falso documento publicado por el diario comunista en el que se acusaba a un ministro y a un subsecretario democristianos de tratar con Cutolo la liberación de Cirillo.
Ahora los comunistas, que tuvieron que retractarse en el Parlamento por la ligereza cometida al publicar un documento que resultó falso, empiezan a respirar. Como habían afirmado ya entonces, el hecho de que el documento resultara falso no redímía a los democristianos de las acusaciones graves que circulaban acerca de un pacto con las Brigadas Rojas para la liberación del responsable conservador napolitano mientras fueron intransigentes sobre la suerte de Aldo Moro, que fue asesinado precisamente ante el no rotundo de su partido a entablar ningún tipo de negociaciones con el terrorismo.
Por eso el caso Cirillo aún no ha sido zanjado y seguirá coleando.
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