Una semana
y dos gestos bien distintos han confirmado al Rey como el primer demócrata de España.Si su viaje a Euskadi y su temple en la Casa de Juntas de Guernica, rematado en su confianza en la democracia y el pueblo vasco, nos le han mostrado firme en sus convicciones, su «estar» ante las cámaras de la televisión inglesa han dado toda su amplitud humana. Amplitud humana que toma, sin darle mayor importancia, el trono como un trabajo habitual para su pueblo, al que ha hecho soberano.
No, señores fascistas de derecha o de izquierda; no es la «hora de las otras instituciones>, porque los españoles sabemos que, al menos una de ellas, el Rey está con nosotros y con nuestra Constitución./
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