Cola-cao y simpatía
La fórmula básica del teatro es algo tan sencillo como esto: contar al público una historia en la que se encuentre comprendido mediante unos personajes con los que pueda identificarse. El público del Centro Cultural La Corrala, en la Sala Cadarso, es predominantemente joven y heterodoxo. La sucesión de estampas expresionistas de esta obra, con el tónico irónico y a veces sardónico de esa juventud, les refleja, o refleja la idea que ellos mismos tienen de su vida, y se entusiasman. Las represiones paternales y religiosas, el colegio, el cola-cao del desayuno, el servicio militar, la muerte de la madre y de la abuela, la dictadura, la política clandestina en la Universidad, la muerte de Franco, el despertar del sexo mezclado con las nociones de pecado y castigo... Algunas escenas, dotadas de verdadero ingenio teatral; el conjunto, la secuencia del relato, llevada con ritmo. Queda, todavía, ganga y residuo de una manera más bien americana de hacer este teatro, desde el Elmer Rice de La calle (Street Scene, 1929) hasta el Miller de Muerte de un viajante, a su vez impregnadas de la continuidad del cine, y también hay alguna fascinación cinematográfica en la soldadura y tránsito de escenas imitando la cámara lenta o produciendo la descomposición de movimientos por efectos de luz. Efectos que en una mayor pureza teatral sobrarían, pero que indudablemente percuten sobre el público y que, además, están resueltos con gracia. Como alguna escena naive -la abuela llevada de la mano por la muerte-, que añade al todo un encanto primitivo. Porque, en realidad, todo o casi todos nos devuelve a unos orígenes del teatro: actores de cara desnuda, sin apenas caracterización; escenario resuelto con seis bastidores, un par de trastos, unas velas y una linterna. Con todo ello, y con la palabra y la interpretación, se da el tirón justo de la imaginación del espectador, y funciona el fenómeno del teatro. Esta interpretación es denodada, fresca y espontánea, como corresponde a un grupo vocacional. Todo verde, todo joven, sin hacer, un poco ácido; pero también sin malear. Un espectáculo con simpatía y atractivo.
¿Fuiste a ver a la abuela?, de Fermín Cabal, por el grupo Mageril
Dirección de Angel Ruggiero. Intérpretes: Angel AIcázar, Sebastián de la Vega, Paloma Gil Romero, Alexia Loreto, José Luis Murillo, Manu Suárez, Eliana Vidal. Estreno Sala Cadarso, 19-IV-79.
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