En Madrid, cinco años sin aceras ni alumbrado
Todos nos felicitamos porque la escultura de Chillida haya recuperado el lugar para el que fue destinada. Supone, sin duda alguna, un triunfo de la razón sobre los oscuros intereses -mejor diríamos, desintereses- que provocaron su destierro. Pero los problemas de Madrid no se terminan con la reposición de una obra de arte que, no lo olvidemos, va a parar a uno de sus barrios más mimados. No deja de ser irritante que un acontecimiento positivo de este tipo se transforme en un éxito político y publicitario para una alcaldía que sigue ignoraido no ya sólo los problemas culturales y estéticos de sus barrios extremos -donde difícilmente se encuentra la belleza de una estatua o la delicadeza de uno de esos tulipanes que suelen prodigarse en las calles del centro-, sino incluso las necesidades más perentorias, corno la falta de alumbrado y aceras. Así ocurre en la calle en que vivo, Jacinto Verdaguer, y concretamente en el largo tramo cornprendido entre los número 16 al 26. Hace la friolera de casi cinco años que una constructora, esgrimiendo, el eslogan de «Por una vivienda mejor», terminó este bloque (que comprende, además, un tramo de la calle iglesia, tampoco urbanizado), dejando sin construir las aceras y el alumbrado, situación que se prolonga hasta hoy. No entro en el terreno de las competencias, responsabilidades y gastos sobre los que existirá -o deberían existir- una concreta legislación, pues es el Ayuntamiento y sólo el Ayuntamiento quien debe poner punto final a este increíble desacato urbanístico, ordenando su inmediata solución. Los vecinos -más de 150- sólo esperamos que se aplique la ley. Se da, además, la negra circunstancia de que en la primera planta de este bloque se encuentra un club de la Seguridad Social, para ancianos, los cuales deben exponer sus ya ajetreadas vidas entre los charcos y los desniveles de las inexistentes aceras.
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