La Pinilla, estación de esquí "sui generis"
Aun cuando el tema pueda parecer superfluo y de minorías, entiendo merece una especial atención, pues en él existe un trasfondo de interés general, que viene a corroborar, una vez más, el hecho de que España sigue siendo una hacienda privada, con el beneplácito de la Administración, que nada o casi nada hace por evitarlo.En cualquier estación de esquí suele ofrecerse al deportista las dos opciones siguientes:
- Pagar en metálico o en tickets cada viaje en los medios de remontes (telesillas, telesquís, etc.), o
- Comprar un abono diario para el uso indiscriminado e ilimitado de tales remontes durante toda la jornada.
Los esquiadores expertos y madrugadores suelen inclinarse por la segunda opción, pues al realizar numerosos descensos por las pistas amortizan sobradamente el elevado costo del abono. Sin embargo, los aficionados que por su inexperiencia o su retraso en llegar a la estación no encuentran interesante la segunda fórmula, optan por la primera, que grava menos sus bolsillos.
Pues bien, en La Pinilla («del esquí la maravilla», según reza en su eslogan publicitario), la empresa privada dueña y señora de las pistas, edificios e instalaciones, a semejanza de los señores feudales, ha impuesto sus normas a quien quiera esquiar allí. Sólo expende abonos diarios, y si usted desea realizar tan sólo uno, dos o tres descensos, bien porque no dispone de tiempo para más, carece del suficiente dinero o experiencia, o, simplemente, porque no le da la gana, tiene que fastidiarse sin esquiar o comprar el abono, con lo que al costo de éste (650 pesetas) le sale cada viaje a precio de crucero en yate de lujo.
Lo lamentable es que, por lo que se ve, la Federación de Esquí parece lavarse las manos en un asunto que a todas luces perjudica a no pocos esquiadores y, en consecuencia, al bello deporte blanco.
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