Italia, banco de prueba del "eurocomunismo"

Dentro de una semana los italianos irán a las urnas para escoger un futuro y una sociedad. El eurocomunismo, conducido por su profeta indiscutible, Enrico Berlinguer, intentará demostrar en estos comicios que su alternativa es posible, aceptable y popular. Sus enemigos -la Democracia Cristiana, sobre todo- intentarán demostrar exactamente lo contrario. Berlinguer y sus amigos de otros países deben dar, además, otra batalla a nivel internacional. Y habían escogido como campo el llamado «concilio rojo» o reunión de los veintiocho partidos comunistas europeos, que debía celebrarse este verano en Berlín. Ahora resulta que las deliberaciones de la comisión encargada de elaborar el documento-base de la Conferencia han sido interrumpidas. Muchos creen que puede ser el introito a una suspensión sine die. Porque lo que está en juego no es solamente un problema de estrategia nacional o de diferencias entre los partidos del centralismo y los partidos independentistas. Lo que se intentaba solventar en Berlín era la cuestión de si el Kremlin sigue siendo el Vatícano rojo, o si cada partido nacional tiene derecho a ser un poco cismático. Severo, imperturbable, este fraile dominico atraviesa el decorado montado por los comunistas italianos en la Ciudad Eterna para uno de sus actos de propaganda. En el cartel puede leerse: «Para que el futuro sea también nuestro.» A los eurocomunistas italianos el presente no les da, al parecer, demasiado miedo.