Increíble pero cierto, campanada y síntoma: Valentin Vacherot, el triunfador en Shanghái
El monegasco, 204º del mundo, vence a Rinderknech (4-6, 6-3 y 6-3) y redondea un torneo en forma de reflejo: bajas, segunda línea débil y el progresivo declive de Nole


Lo que empezó raro, termina raro. En forma de sorpresón. Dos semanas de anomalía. Tan amable como exótico el fotograma final, impensable antes de que comenzara la acción en la pista de Shanghái, donde dos primos se abrazan —el uno francés, el otro de Mónaco; 30 y 26 años respectivamente— tras el desenlace de todo un Masters 1000, la categoría de mayor relieve después de los cuatro grandes. ¿Quién lo hubiera dicho? Sin tapujos: nadie, ni siquiera el más osado. Ni mucho menos el legendario Roger Federer, testigo en primera línea de un broche inimaginable que reúne al 54º del mundo y el 204º. Circunstancial, efectivamente, pero a la vez sintomático. Lo celebra e intenta asimilarlo el campeón Valentin Vacherot. Sí, así es: Valentin Vacherot. Que levante la mano quien le conocía hasta hace dos días.
Más que merecidos los aplausos para el vencedor, más atrevido, más convencido y con mejor argumentario que el afligido Arthur Rinderknech, al que le pesa la obligación. Se encoge de brazos. La teoría le exigía ganar al francés, por eso de la experiencia y del ranking, de la simple lógica, pero el juego se resuelve sin trampa ni cartón: 4-6, 6-3 y 6-3, tras 2h 14m. En consecuencia, el aficionado se frota los ojos y Federer lo disfruta con un helado en la mano; ahora bien, tan sorprendido como todos. Decía el suizo durante una charla reciente con Andy Roddick que los torneos abocan a un constante encuentro entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, que los directores de los torneos los diseñan para que así sea. Y seguramente no le falte razón. Son los mejores sin discusión, pero además hay un dato para la muestra.
En la línea de lo esgrimido por la leyenda —“se ralentizan y se uniformizan las pistas porque prefieren tenerlos a ellos en la final”—, la dirección del Masters 1000 de Shanghái redujo esta edición la velocidad: del 40,8 de hace un año al 32,9 actual, según el sistema de medición Court Pace Index. Es decir, un cambio ostensible y llamativo. Sin embargo, resulta que todo fue saltando por los aires: el tobillo de Alcaraz le obligó a quedarse en casa, a Sinner le engulleron los calambrazos en la primera ronda y las condiciones —humedad a mansalva— terminaron de torpedear el diezmado físico de Novak Djokovic, a quien, dicho sea de paso, se le van agotando las fuerzas de forma natural. Tocado desde el primer día, cojeó sin parar, le faltó aire y se inclinó definitivamente ante Vacherot en las semifinales.
Asombroso lo de Nole, 38 años y todavía vigente, del mismo modo que el torneo prueba una vez más la debilidad de la segunda línea del circuito, de aquellos que, en teoría, deberían estar ahí en el caso de que Alcaraz o Sinner se constipen o, sencillamente, les dé por tomarse una tregua. Por una razón u otra, pinchan una y otra vez los Zverev, Fritz, Rune, Shelton, Medvedev, Musetti o De Miñaur. Y en esas, de repente y sin que nadie lo viera venir, ni siquiera los más agudos especialistas, en Shanghái aprovechan las circunstancias y la indefinición dos jugadores que no entraban ni en las quinielas más optimistas. Buen tenista Rinderknech, no cabe duda; estiloso, sin temores e inquilino en la red. Pero hasta ahí. Y lo festeja Vacherot, que llegó prácticamente de rebote a la cita y, a partir de ahora, figurará en los libros de la historia de su deporte.
Oficialmente, desde ahora es el ganador con peor ranking de un Masters 1000. Le precedía el croata Borna Coric, quien triunfó hace tres años en Cincinnati siendo en 152º. Y la campanada le aúpa hacia una situación insospechada, nada más y nada menos que 164 puestos, hasta el 40º. “El abuelo y la abuela estarían orgullosos de nosotros”, escribe nada más finalizar, convertido también en el tercer tenista que consigue ganar un mil después de haber partido desde la fase de clasificación, tras las muescas dejadas antes por el madrileño Roberto Carretero (Hamburgo 1996) y el catalán Albert Portas (Hamburgo 2001). Al parecer, viajó a Asia con la idea de continuar su periplo por los challengers, el discreto plano en el que el grueso de los tenistas profesionales se ganan la vida, pero el listado fue abriéndose —era el suplente 22— y encontró un hueco que resultó ser un trampolín.
“No tengo ni idea de qué está pasando ahora mismo. Pero no estoy soñando…”, expresa durante el parlamento. “Y creo que esta es una historia increíble para el tenis”. Así lo es. Inverosímil y excepcional. Dos primos formados en la Universidad de Texas que intercambiaban raquetazos desde la infancia y que, después de todo, se encuentran por primera vez en un escenario de postín. Entonces solía vencer Rinderknech, cuentan, pero esta vez gana el pulso Vacherot y todo el mundo se lleva las manos a la cabeza. ¿Vacherot? Sí, Vacherot. Absolutamente inesperado, pero no del todo casual. Quizá haya que buscar la explicación en un calendario que sigue haciendo estragos y que va fundiendo a los mejores competidores, un sinsentido, amén de la concatenación de sucesos de estos días en Shanghái. Van todos lo con lengua fuera y la meteorología los recibió con un sopapo.
En medio de la hostilidad ambiental y de lo extraño, de lo que no se podía prever ni intuir, nadie ha sido más fuerte ni ha resistido mejor que Vacherot, el tipo que desde ahora tiene un merecido hueco en la historia. Buen tallo (1,93), barbita, gorra, diestro y decisión. Nadie confiaba. Ni siquiera él mismo. Pero ahí está. Un refrescante soplido que llega prácticamente de la nada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
