Y así es, Djokovic tenía razón: Jakub Mensik apunta muy alto
El joven checo, de 19 años, conquista su primer Masters 1000 y priva al serbio de su título 100 tras una final que se demoró casi seis horas por la lluvia (7-6(4) y 7-6(4)


Y así es, efectivamente, Novak Djokovic tenía razón. Porque he aquí un joven que no se arruga, que le pega a la pelota como los ángeles, que sirve como un demonio, que controla la situación y que apunta alto. Abre el tenis las puertas a otra poderosa ráfaga de aire fresco, por primera vez campeón el chico de un Masters 1000. Tiene 19 años y personalidad a raudales. Corte de pelo a lo mohicano. Esto es presentarse, y lo demás son tonterías. De nombre Jakub Mensik. “Me duele, pero has sido mejor. Este será el primero de muchos”, le dedica el serbio. Entre uno y otro, 18 años, más de mil partidos y ahora 98 trofeos de por medio. Pero no se deja el checo deslumbrar por el mito, por el hombre que le inspiró, sino todo lo contrario; de principio a fin y pese a todas las circunstancias, pese a las seis horas de retraso a consecuencia de la lluvia, de la tensión de la espera y de tener enfrente al gran mastodonte histórico, él va a lo suyo y cruza finalmente vencedor la puerta grande de Miami: 7-6(4) y 7-6(4), tras 2h 03m.
Lo advertía el propio Djokovic hace unos días: no se olviden de Mensik. Y los hechos le dan toda la razón. Nadie mejor que los tenistas para descifrar quién de verdad es una excepción o bien pertenece al montón, y el de Belgrado, con sus casi 38 años, un feo orzuelo y sencillamente fundido, humedad y castigo por todas partes, parece tenerlo claro. “Espero que me dejes ganar la próxima vez, porque a ti te queda mucho y a mí no tanto…”, bromea. Tiene el pómulo derecho ligeramente inflamado y el ojo rojizo, y mientras elogia al advenedizo todavía le resbala el sudor por las sienes a raíz del esfuerzo y las condiciones. En mala hora, piensa. Al repentino percance ocular le ha acompañado una tarde de perros en Miami, donde el chaparrón ha destapado otra vez las costuras del torneo; a estas alturas de la película y todavía sin techo; 2025 y aún, inconcebible, el tenis y la dichosa lluvia. Programada para las 16.00, hora local, la final acaba empezando a las 21.50 y se cierra casi de medianoche.
Se muerde la lengua Djokovic en el parlamento, contrariado y dolido. Lo acepta con deportividad, pero le escuece porque se le ha vuelto a escapar el título 100, aquel que le hubiera concedido el carné de los centenarios que únicamente poseen el estadounidense Jimmy Connors (109) y el suizo Roger Federer (103). Le privó de ello Jannik Sinner en Shanghái, en octubre, y ahora lo hace Mensik, puro éxtasis sobre la pista. Impresionante ese servicio y ese aplomo, esa forma de rebatir sin miedo en su primera final en la élite. Resiste a intercambios durísimos de hasta 28 golpes. Es decir, el episodio ha merecido la pena. Comenzó este Masters de Miami con un petardazo, el de la inmediata eliminación de Carlos Alcaraz, y finaliza con todo un descubrimiento que no puede más que inquietar al murciano y a Jannik Sinner, en realidad a todos los que están arriba. De mantener el ritmo, el checo pinta de fábula.

A grandes rasgos y visto en perspectiva este trazado de Florida, reúne todas las facultades para instalarse pronto entre los más fuertes. Posee una fisonomía muy equilibrada que recuerda a la de Stefanos Tsitsipas, tiros desde ambos perfiles, una magnífica movilidad pese a la estatura (1,93) y, por encima de todo, un servicio extraordinario. Si en la semifinal desenfundó 25 aces, en esta ocasión registra 14. Pero, recuérdese, lo hace ante el mejor restador de todos los tiempos, que empieza a remolque y suda tinta para reengancharse en el primer parcial, consciente de que le aguarda un mal rato de no ser que al joven le entre el tembleque y pueda dudar, patinar o encasquillarse en algún instante, por eso del escenario, la situación o la inexperiencia. Pero ni por esas. De nada sirve que lo conduzca el serbio hacia esa dimensión que él maneja con tantísima maestría, la del desempate. Al revés. La colocación de los saques de Mensik dibuja trayectorias inabarcables.
De carambola
Durante estas dos semanas, el checo se ha hecho con siete de siete. Así que pese a conseguir limar la desventaja de la primera manga y de sostener a duras penas el pulso en la segunda, Djokovic termina inclinándose. A la incomodidad del orzuelo se ha añadido una humedad del 87% que en algunos instantes le ha estrangulado. Cae a plomo sobre la pista e intenta coger aire. Se le van unas cuantas veces los apoyos porque la pista está resbaladiza y aunque salva esas dos bolas de rotura y mantiene ese hilillo de esperanza, claudica. No hay nada que hacer, no esta vez. Se le esfuma el 100. Ni siquiera esa mirada feroz que dirige después de un toque traicionero en la cinta logra encoger al muchacho, así que se golpea los muslos con el arco de la raqueta, ¡maldita sea el agua!, porque los pies se le van y las piernas flaquean a raíz del sobreesfuerzo. Desde el costado, Andy Murray le anima, pero todo se encamina hacia un solo destino.
Y eso que, cuenta Mensik, todo responde en realidad a una carambola. “Quiero dar las gracias a uno de los fisios de la ATP, Alejandro [Resnicoff, argentino]. Una hora antes del primer partido estaba a punto de firmar mi renuncia por la rodilla, pero el supervisor estaba almorzando y él hizo el milagro…”, explica, convertido ya en el quinto tenista más joven de la historia en conquistar un mil; también, en el cuarto que levanta su primer trofeo en la élite en un escenario de esta categoría, después de que lo hicieran Roberto Carretero (Hamburgo 1996), Chris Woodruff (Canadá 1997) y Albert Portas (Hamrubgo 2001). Instalado en el puesto 54 —aunque el éxito le aúpa al 24º—, es a su vez el sexto con peor ranking que festeja un Masters 1000. Y así de caprichosas son las cosas, el origen de su deseo está en el propio Djokovic. “Crecí viéndote y gracias a ti me dedico a esto. Eres el mejor de todos los tiempos”, le brinda al de Belgrado, más bien extraño este en esa posición de secundario porque lo habitual es su posado en el primer cajón del podio.
When your idols become your rivals 🥹@mensik_jakub_ #MiamiOpen pic.twitter.com/o9Eu2yCRNt
— Tennis TV (@TennisTV) March 31, 2025
Tras dos décadas en la élite y con 143 finales a las espaldas, Djokovic no se rinde y encuentra los últimos estímulos en rebatir a la nueva hornada y en cazar alguna cifra más. Ahí está ese 25 que le desligaría de Margaret Court en la cúspide de los grandes, o esos 109 títulos que firmó Connors o el récord de veteranía de Ken Rosewall (37) como ganador de un major; le empuja a seguir igualmente la posibilidad de alcanzar los tres dígitos que otra vez se le resisten. El oro olímpico, en agosto, fue el último bocado. El primero llegó en Amersfoort (Holanda), 2006. “No hay nada que pueda restar mérito a la victoria de Jakub, así que prefiero no hablar de ciertas cosas... No quiero que parezca que justifico mi derrota”, transmite. “Nunca es agradable perder, pero si debo hacerlo prefiero que sea contra él. Le conocí con 15 o 16 en Belgrado, cuando le invité para que entrenáramos juntos. Y es fantástico ver su evolución, tiene un gran futuro por delante”.
Abraza con cariño al campeón, quien antes de la escena ha estampado en la lente de la cámara su autoconfianza. Vienen sin miedo los centennials: “#1st of many”. “El primero de muchos”. Mensik, otro talento al que seguir. Muy completo él. Al parecer, así es: Nole estaba en lo cierto, Djokovic tenía razón.
18,5 ‘ACES’ POR PARTIDO
Dice Mensik que “esto es solo el principio”, que va a “darlo todo” para lograr resultados de este tipo con asiduidad porque tiene “hambre” y que su margen de mejora es “amplio” en todos los aspectos del juego.
No obstante, su servicio ya es extraordinario. Más allá de la evidente potencia de su palanca —picos de hasta 222 km/h—, la colocación es su gran virtud, así como la interpretación de qué es necesario en cada momento: más o menos kick (efecto y bote), tiro al cuerpo o bien buscar el engaño.
Estas dos semanas en Miami, sus números son fabulosos. En los seis partidos disputados —no compitió frente a Tomas Machac por la renuncia de su compatriota—, el checo ha firmado unos promedios muy elevados ante Roberto Bautista, Jack Draper, Roman Safiullin, Arthur Fils, Taylor Fritz y Djokovic.
En concreto, son 18,5 saques directos por partido, un 68,5% de efectividad (primeros dentro) y un 83,8% de puntos obtenidos cuando el punto se decidía bajo su primer servicio.
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