

El eterno Di María somete al Bayern y pone al Benfica en octavos como líder de grupo
A sus 37 años y a punto de regresar a Rosario Central, el argentino lidera a su equipo frente a un rival muy irregular


Bajo la dirección de Ángel di María, que se despide del fútbol europeo para regresar a Rosario Central, el Benfica le ganó un partido oficial al Bayern por primera vez en la historia. Sucedió en el curso de un espectáculo inhumano, celebrado a 35 grados de temperatura en una caldera en Charlotte, coincidiendo con una ola de calor en los Apalaches. Un Piriflegetonte del que salió el Benfica como primero del grupo C. Con muchas papeletas para cruzarse con el Chelsea en octavos.


Carlo Ancelotti suele decir que nada le impresionó más de la final de la Champions de 2014 que ver al más flaco de sus jugadores correr en el primer minuto como en el 120. Los pulmones y el corazón más dotados correspondían al Fideo, el hombre que corría de campo a campo sin interrupción, como tocando la hierba con la punta de los pies. “¡Di María no paraba de correr!”, exclamaba Ancelotti, emocionado ante el que consideró el primer artífice de su primera Copa de Europa con el Madrid. Más de una década después, el mismo hombre, otro organismo, con 37 años, más degastado pero más sabio, se arrojó al fuego estival de Charlotte como si el mediodía sofocante le acariciara las piernas cual brisa otoñal.
El Bayern entró con una alineación saturada de suplentes y encabezada por Sané. Entre el calor paralizante, la falta de rodaje general, y la displicencia contagiosa de Sané, los jugadores del equipo bávaro se pegaron a la sartén como tortillas. Di María lo vio perfectamente. Cada balón que recibía le convertía en el gobernador. Estaba convencido de que no se lo quitarían. Si lo aguantaba, no podían encontrarle la vuelta. Si arrancaba, se iba. Si recortaba, sus adversarios caían de culo. Pavlovic, Stanisic, Guerreiro y Palinha le sufrieron durante una media hora tortuosa. También Neuer, que le sacó un tiro de cirujano —desde fuera del área, picando el balón justo a dos metros del ángulo de la portería— con la punta de los dedos. Pasados los diez minutos, cogió la pelota por el eje derecho, atrajo a la defensa y liberó a Aursnes para el centro. Lo metió Schjelderup y el Benfica se puso 1-0. Fue una noticia penosa para el Bayern, que se vio obligado a llevar la iniciativa con unos futbolistas que no tuvieron ni la predisposición ni el criterio ni la imaginación necesaria para fabricarse un solo remate. A la contra, el Benfica se creció. Cada cobertura fue un parto. Upamecano, cilíndrico y rígido, fue el más elástico de su cuadrilla. Si Pavlidis hubiera tenido un poco más de agilidad, metía el 2-0.

El Benfica resistió la embestida tranquilamente, amparado en el clima asfixiante y las interrupciones constantes para hidratación y para recuperar jugadores afectados. Prestianni sufrió un golpe de calor, Dahl tuvo calambres, Renato Sanches se agotó... Hasta que no entraron Kane, Laimer y Oliseh en la segunda parte, el Benfica controló la situación.
Las operaciones de Olise en la banda derecha, impredecible y determinante por afuera como por los carriles centrales, encogieron al Benfica y expusieron a sus defensas y a su portero. Cuando Otamendi y Antonio Silva no despejaron, apareció Andrei Trubin. El meta ucraniano recogió el testigo de Di María como figura del partido. Le sacó un tiro a bocajarro a Pavlovic y desbarató dos intentos de Sané mano a mano. Cuando el arquero no llegó, Kane cabeceó fuera.
Transcurrieron los minutos, se sofocó el Bayern, y cuando la multitud atravesó el río de lava, el Benfica alcanzó la orilla como primero de grupo. Contra todas las predicciones, de la mano del inagotable Di María.
Grupo C | PT | PJ | PG | PE | PP |
---|---|---|---|---|---|
1
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7 | 3 | 2 | 1 | 0 |
2
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6 | 3 | 2 | 0 | 1 |
3
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2 | 3 | 0 | 2 | 1 |
4
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1 | 3 | 0 | 1 | 2 |
Grupo C | PT | PJ | PG | PE | PP |
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1
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7 | 3 | 2 | 1 | 0 |
2
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6 | 3 | 2 | 0 | 1 |
3
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2 | 3 | 0 | 2 | 1 |
4
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1 | 3 | 0 | 1 | 2 |
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