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Botafogo, el orgullo de los supervivientes

El club de Río, propiedad del Eagle Football Holding, fundamenta su plantilla en interiores resilientes y expertos detectados en los márgenes de la industria del fútbol

Kvaratskhelia, izquierda, pugna por un balón con Artur, del Botafogo, durante el parrido del Mundial de Clubes disputado en Pasadena.
Diego Torres

“Llegamos aquí y nadie creía en nosotros”, dijo Artur Guimarães, el escurridizo atacante del Botafogo, después de imponerse por 1-0 al Paris Saint-Germain el jueves con un gol que se gestó en su lucha, pues le robó una pelota a Kvaratskhelia en un duelo de presión contra presión que implicó al mediocampo de los dos equipos. “Ganarle al campeón de la Champions es histórico para el Botafogo y para el fútbol sudamericano”, avisó, tras el partido en Pasadena. “Estamos contentos, pero con los pies en la tierra, ¿eh?”.

Luis Enrique confesó después del partido que nadie en Europa los había defendido con más eficacia, tanto en bloque medio como bajo. El campeón de la Copa Libertadores de América no superó el listón por casualidad sino por calidad. Junto con el Olympique de Lyón y el Crystal Palace, el Botafogo forma parte del conglomerado Eagle Football, una empresa de 292 millones de euros de capital de mercado —cinco años de salario bruto de Mbappé— que funciona como una red integrada. Los clubes se gestionan bajo una dirección deportiva común a cargo del alemán Michael Gerlinger. La detección del talento por debajo del valor de mercado ha producido una plantilla con un perfil muy particular. Predominan expertos con alma de volantes, en la mayoría de los casos, captados en el ocaso de sus carreras en los márgenes de la industria. Son supervivientes.

El extremo Artur, de 27 años, fichó después de salir rebotado del Palmeiras, que lo cedió al Gremio Novorizontino y el Londrina antes de ir traspasado al Zenit de San Petersburgo. El volante Allan, de 34 años, fichó proveniente del Al-Wahda, de los Emiratos Árabes Unidos. El volante de ataque venezolano Jefferson Savarino, de 28 años —autor del pase de gol ante el PSG— se curtió en el Real Salt Lake de la MLS antes de aterrizar en Río de Janeiro. El capitán, el mediocentro Marlon Freitas, de 30 años, es un descarte de la cantera del Botafogo que emigró en sus años formativos al Fort Lauderdale Strikers y luego recaló en Eslovaquia y en el Atlético Goianense. El segundo pivote, Gregore, de 31 años, proviene del Bahía y el Inter de Miami. Entre todos componen un núcleo duro que se caracteriza por la generosidad y el criterio asociativo. Nunca fueron celebridades. Pero si la selección de Brasil tuviera un mediocampo la mitad de competente no estaría en sexta posición de la clasificación mundialista.

“Eso es la familia Botafogo”, dice Gregore. “Aquí unos corremos por otros. Dentro de nuestro grupo, la vanidad se muere”.

Existe el fútbol mediático y el fútbol real. La familia Botafogo no pertenece a la primera categoría, ni falta que le hizo para imponerse al campeón de la Champions.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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