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Champions League
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una Champions más abierta, al fin

PSG e Inter rompen la hegemonía de Real Madrid y Manchester City. La gran pregunta es si esta final será una excepción o el inicio de un cambio más profundo ahora que el modelo parisino sí parece tener recorrido

Los jugadores del PSG antes del partido ante el Stade de Reims el pasado sábado.
Philipp Lahm

Durante años, la Champions League ha sido un territorio ocupado por dos potencias: Real Madrid y Manchester City. En las últimas cuatro ediciones no ha habido una final sin al menos uno de ellos, y desde 2020 nadie más ha levantado el trofeo. Desde 2014, solo clubes españoles o ingleses han sido campeones. La única excepción fue el Bayern Múnich en plena pandemia. Esta repetición constante resta emoción a una competición que debería ser impredecible, plural y abierta.

Este sábado, en Múnich, volverá a haber un campeón distinto. París Saint-Germain e Inter de Milán protagonizan una final que promete aire fresco. Francia e Italia, dos países con rica tradición futbolística, se reencuentran con la oportunidad de volver a lo más alto. La Serie A no gana desde 2010, y la Ligue 1 lleva sin hacerlo desde 1993, cuando el Olympique de Marsella se impuso en la edición inaugural del nuevo formato de la competición. Desde entonces, solo dos clubes franceses alcanzaron la final: el Mónaco en 2004 y el propio PSG en 2020.

Pero el PSG que veremos en esta final no es el mismo de los grandes nombres y el brillo mediático. El club ha abandonado, al menos en parte, el modelo basado en estrellas como Messi, Neymar o Mbappé. Bajo la dirección de Luis Enrique, ha iniciado un cambio cultural: apuesta por jóvenes talentos franceses, con una idea clara de juego, disciplina táctica y cohesión colectiva. La transformación es visible. El equipo juega como un bloque, defiende con orden y combina con inteligencia. Verlo es, por fin, un placer.

El caso más paradigmático es el de Ousmane Dembélé. De individualista crónico ha pasado a ser un jugador clave en el engranaje colectivo. Reubicado en el centro del ataque, participa como goleador y generador de juego. A su lado, el georgiano Khvicha Kvaratskhelia —fichado en invierno— aporta verticalidad y coraje, evocando a figuras como Franck Ribéry.

El PSG, que ya dominaba el mercado nacional por presupuesto, ahora suma dirección técnica, planificación y un proyecto con identidad. Como el Bayern en Alemania, se ha convertido en un aspirador de talento local. Una posición privilegiada que le garantiza continuidad.

Otra ventaja compartida con el club bávaro es la relativa falta de competencia doméstica, algo que no ocurre en la Premier League, donde la exigencia interna es brutal. Incluso este año, el City de Guardiola tuvo que exprimirse hasta el final para lograr el tercer puesto. En Francia, salvo sorpresa mayúscula, el PSG tiene asegurada su presencia continua en Europa. Bayern no falla desde 2007.

En el otro lado está el Inter, que repite final tras su presencia en 2023. Entonces, el camino fue más benigno. Esta vez ha eliminado a gigantes como Bayern y Barcelona. El secreto está en su fidelidad a las señas de identidad del fútbol italiano: rigor táctico, solidaridad defensiva, y un entusiasmo contagioso. No tiene estrellas de primer orden, pero sí un equipo maduro, serio, comprometido. Cada jugador exprime sus virtudes como si esta fuera su última oportunidad. Recuerda al Chelsea de 2012 o al propio Inter de 2010, campeón con Mourinho.

City y Madrid, por tanto, mirarán la final desde casa. Guardiola, tras nueve años al frente de un proyecto impecable, ha perdido chispa. Su ciclo podría estar llegando al final. Ancelotti, pese a su último título, sufrió viendo cómo su equipo concedía hasta cinco ocasiones claras en la final. El técnico italiano, el más laureado de la historia de la Champions, se despide de Europa y pone rumbo a Brasil.

La gran pregunta es si esta temporada será una excepción o el inicio de un cambio más profundo. El modelo del nuevo PSG parece tener recorrido. Ha fallado repetidamente con fórmulas anteriores, pero puede triunfar en su primer año con un proyecto más coral. En cambio, el estilo del Inter parece menos sostenible a largo plazo. Están lejos de aquel dominio italiano de los noventa.

Lo que sí es seguro es que las cinco grandes ligas —España, Inglaterra, Alemania, Italia y Francia— vuelven a tener opciones reales de ganar. Un mínimo necesario para que la Champions recupere parte de su diversidad. Aun así, sería deseable que también el resto de Europa pudiera aspirar a más.

Y si algo no cambia, es que en los banquillos habrá dos entrenadores que representan lo mejor de sus escuelas. Simone Inzaghi y Luis Enrique han alcanzado la cima con identidad, ideas claras y un fútbol reconocible. Como Guardiola y Ancelotti, vienen de dos cunas eternas del juego: Italia y España.

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