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La apuesta de Luis Enrique por un fútbol que no escatima esfuerzos pone a la Premier de rodillas

La victoria del PSG (0-1) en el campo del Arsenal, este martes en Champions, coloca al técnico español en el foco del fútbol inglés

Luis Enrique
Diego Torres

Ocho estaciones de la línea de metro de Picadilly separan el Palacio de Buckingham del estadio del Arsenal. No es casual que la reina Isabel se mostrara secretamente devota del club de los cañones, amalgama de viejas tradiciones deportivas en el corazón de Londres, ciudad que, en muchos aspectos, sigue siendo una metrópoli. Toda la industria del balompié inglés y sus ramificaciones financieras en Arabia y Estados Unidos estaba representada en la tribuna del Emirates este martes. La visita del Paris Saint-Germain en la ida de la semifinal de la Champions fue el mayor reclamo de la temporada.

La multitud quería verificar los indicios que apuntaban a un fenómeno extraordinario al otro lado del canal de la Mancha. Lo que vieron fue la confirmación. La victoria visitante por 0-1 fue lo menos impactante de un despliegue de prepotencia. Una ola de fútbol de ataque que esta misma temporada golpeó con fuerza al Manchester City, tetracampeón de la Premier, al Liverpool, campeón vigente, al Aston Villa, mayor potencia emergente, y ahora al Arsenal, segundo clasificado y gran aspirante a suceder al duopolio City-Liverpool. Desde que la Premier se convirtió en la liga más rica y popular del planeta, hace cosa de un lustro, nunca había experimentado una humillación igual de un adversario continental. Solo se le equipara el Real Madrid de la temporada 2021-22, que ganó la Champions tras eliminar al Chelsea y al City, y derrotar al Liverpool en la final. Pero aquella conquista tuvo características completamente distintas. El Madrid jugó al contragolpe amparado en una defensa formidable y la que probablemente haya sido la actuación más decisiva de un portero en la historia del torneo. Thibaut Courtois fue candidato firme al Balón de Oro por aquella hazaña. Donnarumma en el PSG no ha tenido ni la mitad de la incidencia de su homólogo.

“¡Yo nunca he entrenado el bloque bajo!”, dijo Luis Enrique antes de viajar a Villa Park, sobre su desprecio por la especulación y la defensa sistemática en campo propio, y su insistencia en controlar los partidos desde la posesión y la defensa a matacaballo en campo contrario. El asturiano no pretende introducir registros ambivalentes en el PSG. Solo le interesa inculcar a sus jugadores una vocación irrevocablemente ofensiva. “Puedes ganar o perder. Pero competimos en cada campo y buscamos llevar el partido a donde nosotros somos mejores”.

Luis Enrique habló en español después del partido, en una conferencia ofrecida ante un público predominantemente inglés y francés. Lo hizo con esa voz rota que llama la atención, y ese aire un tanto desafiante que tiene desconcertada a la audiencia internacional y que en España inspiraba confrontaciones. Él está convencido. Seguro de que solo hay un camino hacia la gloria, o hacia la nada, y es el suyo. El camino de Lucho. Lo dicen en el club las personas que informan a diario a los administradores y los dueños cataríes: el técnico se comporta “como si no tuviera nada que perder”. Como si ya se hubiera dejado la piel con la selección española, en aquella desventura que se cerró en el Mundial de 2022. El entrenador del PSG ha persuadido a todos sus futbolistas de que asumir los máximos riesgos dándole ritmo a la circulación del balón y defendiendo lejos de la portería es la única obligación que les impone. Los errores están perdonados si se cometen en la agonía total. Y para defender y atacar como lo hacen Vitinha, Kvaratskhelia, Neves o Fabian, distinguidos en el vértigo de dinamismo constante, es inevitable jugar con el ácido láctico disparado en la sangre.

“Hemos asistido a un gran trabajo defensivo con los puntas, gran trabajo ofensivo y defensivo de los centrocampistas, y gran trabajo defensivo general de todos”, dijo el entrenador. “No puedes venir a jugar a la casa del Arsenal y con un rival de este nivel empezar a calcular cuántos esfuerzos haces. Tienes que hacer esfuerzos máximos con o sin balón. Hemos demostrado que tenemos mucha personalidad”.

La lesión de Ousmane Dembélé, retirado en el minuto 70 con problemas musculares, fue la secuela de un despliegue muy significativo. Antaño jugador barroco y errático, de gran actividad e irregulares beneficios, Dembélé ha cambiado. Luis Enrique le ha convertido en un futbolista sobrio. Ha bastado con que le pidiera jugar con sencillez y a un toque cuando bajara al mediocampo, y que lo hiciera con frecuencia. Puede que el extremo se pierda el partido de vuelta el próximo miércoles en el Parque de los Príncipes, pero su participación en Londres resume el modelo de fútbol fácil, humilde, esforzado, valiente y generoso que se impone en un equipo que hasta el año pasado estuvo marcado por la presencia de estrellas rotundas como Neymar, Messi o Mbappé.

La racha insólita sin perder ni un partido esta temporada en Ligue 1, como la victoria 0-1 en Londres, el triunfo en Anfield, también por 0-1, o el avasallamiento del City en París (4-2), advierten de la presencia de un fenómeno maravilloso. El PSG, hasta hace muy poco una sociedad marginal en las grandes competiciones de la UEFA, representante de una liga que se percibe como provinciana y sin fondo competitivo, se ha transformado en una fuerza que nadie parece capaz de parar y no tiene que ver exactamente con los más de 1.000 millones que lleva invertidos en la última década en futbolistas que este martes, en su inmensa mayoría, no estaban presentes. Pacho, Mendes, Vitinha, Neves, Fabián, Kvaratskhelia, Doue, Barcola, Zaïre y Ramos llevan entre tres meses y tres años en el club.

“El objetivo ahora es ganar el siguiente partido”, avisó Luis Enrique, sobre la vuelta con el Arsenal en el Parque de los Príncipes. “No hay que especular nada porque en un segundo te marcan un gol en una acción aislada y te igualan la eliminatoria. No nos hundimos cuando perdimos 0-1 con el Liverpool en casa y fuimos a Anfield a ganar el partido. Ahora tenemos que ganar el partido de París porque es muy posible que el Arsenal nos haga un gol. No tienen nada que perder”.

Inglaterra lo ha vuelto a comprobar. La hegemonía de la Premier hacía pensar en una reacción por parte del Madrid, el Barcelona o el Bayern. Pero el desafío más grande viene de París.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.
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