Los ocho meses de bucle de Ancelotti que explotaron contra el Arsenal
La goleada del equipo de Arteta dejó en evidencia que el entrenador del Real Madrid, pese a su insistencia, no ha conseguido engrasar un equipo descompensado tras la marcha de Kroos, la llegada de Mbappé y las lesiones


Cuando Carlo Ancelotti alcanzó el autobús del equipo en el parking del Emirates, 13 minutos antes de la medianoche en España, todavía se tecleaba en la sala de prensa. Faltaba aún una hora para que The Guardian publicara esto: “Entonces, así es como se le gana al Real Madrid”, empezaba el artículo de Barney Ronay, aún asombrado por los dos goles de falta directa de Declan Rice, los primeros de una carrera de más de 300 partidos. “Esto no fue un cisne negro. Fueron dos cisnes negros. En una nave marciana. Guionizado por monos con máquinas de escribir”. A Ancelotti la derrota no le había resultado tan insólita. Lleva meses sin conseguir encajar las piezas del equipo.
El italiano subió al autobús después de explicar otra vez lo que lleva explicando desde agosto, cada vez con más desesperanza: “Son los problemas que hemos tenido toda la temporada, la dificultad de hacer un bloque compacto en los momentos buenos y también en los momentos que no son tan buenos”.
Era el tercer partido del curso que perdía por tres o más goles, después del clásico de Liga (0-4) y el de la final de la Supercopa (2-5). El Madrid no caía tantas veces por tanto desde la temporada 2018/19. Era también la undécima derrota en 52 encuentros, algo que según los registros de Opta había sucedido también por última vez en aquel curso. Acababa de irse Cristiano Ronaldo y el equipo penó de entrenador en entrenador, de Lopetegui a Solari, hasta regresar a Zidane. Entonces se había ido Cristiano, ahora acaba de llegar Mbappé. Y ha desaparecido Kroos.
En el Emirates sucedió algo más que remite a otra época de turbulencias extremas. El Madrid enlazó dos partidos sin marcar en la Champions. No le pasaba desde marzo de 2009, cuando se quedó seco en octavos contra el Liverpool, con Juande Ramos en el banquillo. Aquella temporada el club tuvo dos presidentes, Calderón y Boluda, y al acabar decidió regresar Florentino Pérez, que había dimitido en 2006 ante el descontrol de la primera galaxia.
Ancelotti tuvo la noche del martes al menos otros 35 minutos para seguir rumiando, sentado en un autobús con el motor en marcha mientras esperaba por sus futbolistas. Como los lleva esperando todo el año. En julio volvió a verse al frente de una plantilla descompensada que además fue perdiendo efectivos esenciales por lesiones graves. De nuevo trató de convencerles de que la emergencia y los desequilibrios estructurales exigían más compromiso. Pero esta vez no funcionó. El mensaje ya no surtía efecto, algo que la cúpula del club detectó ya en otoño, cuando trascendió que se planteaba despedirlo. La derrota en Londres dejó otro registro que podría ser de entonces: el Madrid recorrió 12,7 kilómetros menos que el Arsenal, un 11% (113,9 frente a 101,2). Entre Mbappé y Vinicius sumaron 12 presiones, mientras solo Merino realizó 41, según Hudl Statsbomb.
El equipo se ha derretido sin que Ancelotti encontrara el modo de detener el proceso. También sin que lo apabullante de su cuarteto de ataque compensara las debilidades defensivas que produce. “Los jugadores buenos tienen que jugar y no sentarse en el banquillo”, dijo antes de subir al autobús. Pero Vinicius y Rodrygo se montaron más tarde sin haber completado un regate, sin tirar a puerta ni crear una ocasión.
Ancelotti esperaba instalado en el autobús. Antes de alcanzar la escalerilla, Vinicius se detuvo a fotografiarse con una decena de invitados VIP y a entregar a dos amigos un par de camisetas del partido que guardaba en su bolso Louis Vuitton. Como Jude Bellingham, que extrajo del suyo la que le había prometido al influencer londinense Chunkz.
Este Madrid sin filo se ha mostrado además incapaz de gobernar los partidos como solía. Ya no dicta los tiempos en situaciones comprometidas. En Londres no se le escapó el mando, sino que extravió otro de sus súper poderes de los días complejos. “Después de los dos goles a balón parado, el equipo se ha caído un poco a nivel mental”, dijo Ancelotti. “No hemos tenido reacción, que habitualmente este equipo la tiene. Los últimos 30 minutos han sido muy malos”.
Courtois apuntó en la misma dirección inquietante de la endeblez mental de un equipo que había sido el ejemplo canónico de lo indestructible: “Un poco... no diría de pánico, pero no estábamos tranquilos con el balón”. Ningún portero ha hecho más paradas en esta Champions que las 48 del belga (cinco al Arsenal), el último futbolista en entrar al autobús, que pudo por fin emprender el camino al aeropuerto de Stansted después de tener a Ancelotti aguardando a bordo 35 minutos. Uno de los últimos ratos de espera de un curso en el que no logra convencer al equipo de que ejecute lo que podría salvarle.
Bellingham, como el columnista de The Guardian, situó sus opciones en el terreno de lo mágico. O lo absurdo. No son monos con máquinas de escribir, pero casi: “Vamos a necesitar algo increíblemente especial, en realidad, algo loco. Pero si hay un lugar en el que suceden cosas locas es en nuestra casa”. Allí es la vuelta de cuartos el miércoles que viene (21.00, Movistar).
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