Olivier Banuls: “Que no haya positivos no significa que ningún ciclista se dope en el Tour”
El responsable del antidopaje en la ‘grande boucle’ trabaja para conseguir que los equipos informen de los vatios de sus corredores para usar el dato como herramienta de detección


Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que no se podía escribir del Tour sin ser un especialista en dopaje y tener en la lista de contactos teléfonos de médicos y policías. A través de sus cotidianos escándalos, el ciclismo asumía su condición de deporte paria, trabajaba a escondidas con médicos delincuentes, ponía la otra mejilla y sobrevivía al caso Festina, a la farsa Lance Armstrong, a la Operación Puerto, a Floyd Landis, a la huida de Michael Rasmussen, a la expulsión de Vinokúrov y Riccardo Riccò, a Alberto Contador, el último ciclista desposeído de una victoria, o a los paquetes sospechosos de Bradley Wiggins…
Desde entonces, silencio. Hay más controles que nunca y ningún positivo desde hace años. Nadie habla de doping. ¿Ya nadie se dopa?
De casi todas estas fases de la historia negra del Tour ha sido testigo y, en cierta forma, actor, Olivier Banuls, experto en computación y economista francés, responsable de ciclismo dentro de la ITA (agencia internacional de controles), organismo independiente que se encarga de los programas antidopaje de 75 federaciones internacionales, todas las más importantes salvo el tenis, el atletismo o el fútbol. “No se puede decir que porque en un control dé negativo que un ciclista no se dopa”, dice Banuls en español, una lengua obligatoria en el mundo del antidopaje, y advierte. “Con nuestro trabajo de inteligencia, con sospechas, o simplemente porque ha ganado el Tour o el Giro, guardamos las muestras en una nevera durante 10 años, para analizarlas de nuevo según haya avances en el laboratorio. El ciclismo ha evolucionado, ha cambiado mucho, y la lucha antidopaje también”, dice Banuls, que entró en el escenario en 2007, cuando la Unión Ciclista Internacional (UCI) tenía el control de los controles, y siguió formando parte de todos los órganos creados para independizar el antidopaje de los intereses federativos, la Fundación CADF, primero, y finalmente ITA. “El cambio empezó en 2008 con la introducción del pasaporte biológico. Desde 2021, cuando ITA se hizo cargo, el presupuesto ha aumentado un 35%, de 7,5 a 10 millones de francos suizos [10,8 millones de euros a cambio de ayer], de 13.000 muestras recogidas en 2022 hemos llegado a 16.000 este año, por ahora. Tenemos 1.300 ciclistas en el pool de deportistas que tienen que mandar su paradero constantemente al sistema ADAMs. Y no solo hablo de controles, más investigación, más inteligencia, analistas de datos, pasaporte endocrino, esteroideo, tenemos más herramientas… Tenemos un efecto mucho más disuasorio, y paralelamente, el ciclismo es otro. Ha evolucionado el entrenamiento, la nutrición, la tecnología, las bicis vuelan…”
Mientras la ITA aumenta la presión –este Tour se harán 600 controles, y antes de llegar, los 184 participantes ya han sido controlados, y el equipo antidopaje mueve 40 personas--, los equipos contratan ingenieros en lugar de a médicos especialistas en sangre, y entrenan a los ciclistas para que no se les desparrame el sistema digestivo cuando ingieren 200 gramos de carbohidratos a la hora en forma de jarabes y geles. Todo parece ideal. No.
“Aunque no haya positivos, tampoco quiero decir que hagamos un trabajo perfecto y que gracias a nosotros no hay dopaje”, precisa Banuls. “Lo que digo es que hay una evolución positiva de parte del ciclismo, como positiva de parte de la UCI, de la ITA y de todas las familias de ciclismo. Pero también hay trabajo”.
El esfuerzo inútil conduce a la melancolía, decía Ortega, o a la frustración. Tantos medios y qué pocos ciclistas atrapados sabiendo que el doping no se ha acabado. ¿Frustración? “Frustración, no. Hechos. Trabajamos con hechos. Tenemos que someternos al entorno reglamentario de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y a la UCI. Tenemos informaciones que indican la toma de alguna sustancia y hay caso de anomalías y de manipulación, y hacemos el esfuerzo de para obtener la evidencia definitiva, y la persona se escabulle, pero continuamos, nuestro trabajo es continuar y no soltar nada”, mantiene Banuls. “Y con el pasaporte es muy complicado, tenemos casos de pasaporte que son anormales y tenemos que construir el expediente con expertos independientes… Y después se contacta el ciclista, y este se explica, y después los expertos tienen que aceptar o no las explicaciones que se le han dado, y se cierra el caso o se va adelante… Y después lo mandamos a la UCI para la gestión de resultados…”
Las medias son cada vez más altas, los puertos se suben a más velocidad y los escépticos, una clase nacida de la desilusión, subrayan que cómo es posible que vayan más rápido que en los tiempos de la EPO y las transfusiones, que para qué se dopaban entonces. “Es imposible negar que hay una evolución muy importante del material, del entrenamiento, de la nutrición y de todo. Pero lo que ahora nosotros queremos hacer es trabajar con los datos de potencia. Nos gustaría obtener esos datos para ver si el futuro se pueden utilizar como herramienta adicional para mejor informar nuestra estrategia”, anuncia Banuls, recordando que en teoría ahora se rinde más desarrollando menos vatios que en los tiempos oscuros. “Igual que los equipos nos informan ahora con antelación de qué corredores van a cada carrera y nosotros no compartimos esa información con nadie, también nos pueden pasar los datos de potencia de sus corredores. Su evolución anual, sus cambios. Queremos ponerlo en marcha en dos años”.
-¿El ciclismo está limpio? ¿Podemos dar un porcentaje de prevalencia de dopaje?
-No, no se puede dar ningún porcentaje en eso. Solo puedo decir que el programa antidopaje ha mejorado mucho y el entorno profesional de los equipos y de los corredores ha evolucionado mucho, la mentalidad ha cambiado mucho, pero no se puede dar un porcentaje de sospecha.
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