La victoria es el pan de cada día para Tadej Pogacar, primer líder de la Dauphiné
El campeón del mundo responde a un ataque de Vingegaard en un repecho y se impone al sprint en la primera etapa por delante del danés y Van der Poel


Es Francia, es calor de verano, es Vingegaard atacando y Pogacar respondiendo, es los dos esprintando al final de un repecho, primero y segundo, como llevan haciéndolo en los veranos franceses desde hace cuatro años, y tras ellos Van der Poel y Evenepoel, y no es el Tour. Son campeones con hormigas en las piernas, y apremio casi urgencia en sus cabezas, que roban a los sprinters la primera etapa de la Dauphiné, casi llana por los bosques de robles del Allier y las cuestecitas en las que se hizo Alaphilippe, para organizar su show, tan vistoso. Queda un mes para el Tour, pero todos necesitan ver cómo están ellos, ver cómo están los demás. Experimentar. Lanzar una piedra al estanque y ver hasta dónde llegan las ondas.
Llevan tanto tiempo sin competir que para existir necesitan pelear como el oxígeno. Necesitan ganar. La victoria es su alimento. Para Pogacar el pan de cada día. Su último día de competición había sido el 27 de abril, el de su victoria en Lieja. Comienza la Dauphiné, una carrera que no ha ganado, vestido de amarillo. Victorioso en la remontada de un real sprint lanzado por Van der Poel por delante de Vingegaard y Evenepoel, es el octavo triunfo en los 15 días de competición que lleva de 2025, tras el Tour de la UAE (más dos etapas) y cuatro grandes clásicas, Strade Bianche, Flandes, Flecha y Lieja. Y el peor puesto que ha obtenido es el tercero de la Milán-San Remo. Es la 96ª victoria de su carrera, inmersa en una cuenta atrás que le permitirá llegar a 100 antes de cumplir los 27 años. Y consciente de que tanto dominio puede descorazonar a los ciclistas que quieren tener su hueco en los podios, sin que nadie le pregunte, medio en broma medio en serio se dirige a todos y anuncia: “No se preocupen, quizás me retire pronto, cuando termine mi contrato”. Es una provocación en cierto sentido. Al esloveno le quedan cinco años más de un muy millonario contrato con el UAE, hasta diciembre de 2030. Tendrá entonces 32 años, la edad a la que se retiraron tres de los más grandes, Merckx, Hinault e Indurain.
Sobre la carretera estrecha de asfalto negro tan rugoso que hace parecer que la tele emite en relieve, las aceleraciones tempranas de Jorgenson y Van Gils dibujan un ring, y la impaciencia de los grandes le dan función. Es el final de la cuesta de Buffon, apenas 800 metros al 9%. No quedan ni seis kilómetros para la meta de Montluçon cuando de la rueda de Pogacar salta Vingegaard, una centella amarilla, casco rojiblanco danés. Una sonrisa parece cruzar el rostro de Pogacar entonces. Qué bien. Diversión, Vingegaard quiere diversión. Aprieta los dientes el danés. Aprieta duro el esloveno sobre los pedales de su bici mariposa, ligera como el viento, y se pone a su rueda. Más tardíos, Van der Poel y, más aún, Evenepoel, el del dorado casco, empalman. Con ellos, animador, el colombiano Buitrago. Casi sin querer se ponen de acuerdo para colaborar. La meta está tan cerca… “Yo solo pensaba en terminar la etapa tranquilo, llegar al autobús, estirarme cómo en el asiento y disfrutar del resto del día, pero vi que el Visma estaba loco por ganar la etapa. Atacaban todos en la cuesta y también Jonas. Afortunadamente tenía buenas piernas. Sufrí un poco para alcanzarlo, pero después todo era cuesta abajo y solo pensé en ganar el sprint, no en la general. Sabía que el más rápido era Van der Poel, así que bauticé su rueda, y funcionó”.
En mayo, lejos de las carreras y los dorsales, los tres primeros del pasado Tour, Pogacar, Vingegaard y Evenepoel, se lo pasaron entrenando en Sierra Nevada. Coincidieron pero ni se saludaron. El Dauphiné es la carrera de su retorno. Vingegaard regresa tres meses después de sufrir una conmoción cerebral en la París-Niza; Evenepoel, que comenzó tarde la temporada después de sufrir un accidente en diciembre, no compite desde Romandía, el 27 de abril, y mes y medio también ha estado parado Pogacar. Los tres mostraron que el entrenamiento ha cundido, aunque Pogacar no crea que la etapa del repechito sea prueba de nada. “Me sigo sorprendiendo a mí mismo. Esto no prueba que la forma sea increíble. Mal no estoy, obviamente, pero la verdadera prueba llegará el miércoles en la contrarreloj [17,4 ondulados kilómetros en Saint Péray] y el fin de semana en la montaña de los Alpes [viernes, Combloux; sábado Valmeinier 1.800, y domingo Mont Cenis]”.
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