Healey gana escapado en Gernika y la Itzulia se resolverá en la última etapa
El portugués Joao Almeida sigue como líder, con Schachmann a medio minuto en la general


El jueves llegó la Itzulia a la universidad de la pelota, donde Almeida se puso líder y el viernes a Gernika, su catedral, que renace cada lunes en los Winter Series, que muchos años después de las épocas gloriosas llenan el frontón Jai Alai, con veladas al estilo de los buenos tiempos en los que los pelotaris hacían las américas. Allá, en el grandioso recinto, con sus elegantes ventanales diseñados por el mismo arquitecto que construyó el Recoletos de Madrid antes de la Guerra Civil, y ese majestuoso frontis de mármol negro de las canteras de Markina, como sus pelotaris, se cocina el deporte autóctono del País Vasco. El adoptivo es el ciclismo, muchas veces hijo predilecto por la pasión que despierta, incluso en años en los que la cosecha es escasa, o la participación en la Itzulia no demasiado lustrosa.
Es el caso esta vez, en la que las estrellas del pelotón, salvo casos aislados, han renegado de la carrera vasca, espantados todavía por la hecatombe de 2024, como si el territorio fuera responsable de que los ciclistas tomen una curva cuesta abajo a demasiada velocidad, y no ellos mismos.
Pero, pese a todo, la pasión vasca por el ciclismo siempre está ahí, en las cunetas, y no importa que en Gernika no gane Pello Bilbao, el ciclista de casa, metido a diseñador de la etapa, que se sube al podio después con la niña de sus ojos con sus simpáticas coletitas, que muerde tímida su acreditación, infantil mientras Andrea, su pareja, desaparece discreta cuando comienzan los aplausos. Su esfuerzo ha sido en vano, solo o en compañía de otros, cuando se metió en una fuga que parecía prematura, pero no lo fue para el irlandés Ben Healy, greñas rebeldes, barba descuidada, cuerpo enjuto de ciclista y piernas de acero.
“Si era una buena etapa para Pello también lo era para mí”, así que siguió su estela, y en el momento oportuno, a 55 kilómetros de la meta se lanzó, “a la fuga de la fuga, que es como lo llamamos los ciclistas”, y ya nadie pudo seguirle. Ni Bilbao, ni Armirail, ni Barguil, ni Alaphilippe, ni Baudin, que se quedaron atrás y carretera adelante, fueron engullidos por el pelotón, liderado, o tal vez vigilado, por el UAE, el equipo del líder Almeida, que controlaba sin exprimirse. “Corrimos con inteligencia, para reservar fuerzas de cara a la última etapa”, la de Eibar, la decisiva, en la que es mejor atacar que defender. “Prefiero una etapa dura para resolver que otra con emboscadas, porque se verá quién tiene piernas y quién no. Ganará el más fuerte”, sentencia el portugués.
Camino de Gernika, en solitario, Ben Healy hace su camino jaleado por los aficionados, que hubieran preferido a Pello Bilbao, pero no reniegan de ningún valiente que lo intenta, y el irlandés, que ya fue feliz en la Itzulia junior de 2017, que ganó, pedalea hacia la meta en el centro de la villa foral, después de 172 kilómetros que se iniciaron en Orduña, la única ciudad con tal título de Bizkaia, un enclave en territorio alavés, y aprieta en los repechos, recupera en los descensos y contrarrelojea en el llano, para pasar, ya más tranquilo en los últimos metros, por delante del Jai Alai, la pelota y el ciclismo, y desembocar en la plaza de los Fueros, en la que se ubica el museo de la Paz, que rememora la guerra, bajo la colina en la que se levanta el roble bajo el que juraban los reyes de Castilla, y que fotografían los turistas.
A Healy no le hizo falta que lloviera. “Cayeron unas gotas, pero yo esperaba que lo hiciera más para que lo tuvieran peor los de detrás para atraparme”, pero no se cumplió el pronóstico meteorológico, y pese a todo, llegó con 1,48m de ventaja sobre Laurence, que aunque se esforzó en los kilómetros finales, solo superó en un segundo al italiano Velasco, que daba tiempo al grupo principal en el que llegaron el líder Almeida, los aspirantes Lipowitz y Schachmann, y también el aclamado Pello Bilbao, que recibió el premio de la sonrisa de su hija.
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