

Darío Brizuela: “Disfruto mucho poder hacer un tiro loco, aunque quiebre mis porcentajes”
El jugador del Barcelona, que suele jugarse las últimas posesiones, ha dado pasos de gigante para cobrar protagonismo en el equipo, rival del Unicaja en los ‘playoffs’ de la ACB


No es un tipo al uso, un deportista de élite encuadrado en los típicos cánones. Le quedan dos asignaturas para acabar la carrera de psicología. “¿Cómo estás?”, suelta Darío Brizuela (San Sebastián; 30 años) a modo de saludo. No son palabras vacías, pues se preocupa por la respuesta y de ahí sale una conversación que acaba en el libro de Nick Hornby, Fiebre en las gradas. Sabe de lo que habla porque el Arsenal, más allá de su familia y el baloncesto, quizá también los juegos de rol en las consolas, es la pasión que le mueve. “Es mi club”, resuelve. Aunque con la pelota naranja en las manos, lo es el Barça, donde juega de escolta y donde ha dado pasos de gigante en el último curso, de actor secundario a principal, tirador en los momentos de urgencia. Los playoffs empiezan este lunes (Valencia Basket-Gran Canaria, a las 19.00, y Tenerife-Joventut, a las 21.00); el Barça, quinto de la Liga ACB, se medirá al Unicaja, cuarto, el martes, que también tendrá un Madrid-Baskonia.
Pregunta. Llegó al Barça después de hacerle dos destrozos en la Copa, 33 y 27 puntos. ¿No querían tenerle de rival?
Respuesta. Siempre me ha gustado jugar contra el Barça porque es el club que más me gustaba de pequeño. Me motivaba pensando que, si jugaba bien contra ellos, quizá se fijaban en mí. Pero no creo que me ficharan por eso, sino por la globalidad de mi carrera.
P. En la última ocasión, todavía con el Unicaja, lo vivió de forma distinta porque su hijo Bruno estaba en el hospital…
R. Ufff, sí. Esa historia es muy seria porque lo salvó un cirujano tras una operación de siete horas. Le explotó el intestino y tena infección por todos lados. Abrir, limpiar… y una recuperación muy dura que me perdí por unos días por la Copa. Dejarlo allí con mi mujer fue horrible. Recuerdo que con esa Copa se construyó el Unicaja de ahora, que es un espectáculo, pero yo lloraba todas las noches porque no quería estar ahí.
P. Ahora será el rival del Barça en los playoffs de la ACB.
R. Muy complicado. Pero nos ha tocado este rival porque no hemos sido regulares y sólidos en la liga, quizá porque hemos puesto demasiadas energías en la Euroliga. Pero si queremos ganar el trofeo hay que ganarles y luego, probablemente, al Madrid. Lo sabemos y estamos concienciados; la última vez que caímos contra el Madrid, ya que no les hemos ganado este año, nos dijimos que las victorias importantes serían en el playoff. Pero primero, Unicaja.

P. Ahí juega Alberto Díaz, un buen amigo suyo. ¿Buen momento para el trash-talking, para provocar al rival con la palabra durante el partido?
R. Lo intentaré, pero Alberto no suele caer. Es algo que me gusta hacer con los amigos de verdad, que sé que no les importa. Alberto o Jaime Fernández (Tenerife). Pero rara vez le hablaré mal a alguien primero. Pero, si mi incitan, respondo, claro.
P. Con los árbitros sí que habla mucho, ¿no?
R. Sí, pero de buenas, para preguntar mis dudas en las acciones que pitan. 19 de 20 veces lo digo bien. Pero soy muy caliente y si veo injusticias suelo saltar. Aunque intento mejorarlo, como padre, para que mis hijos no tengan esa imagen de mí cuando crezcan.
P. Le recordarán en el Barcelona. ¿El año pasado, cuando apenas jugaba, llegó a pensar que conseguiría esta cuota de protagonismo?
R. Era mi primer año y era rookie en la Euroliga, además de que el entrenador [Grimau] tenía mucha confianza en otros. Con Joan [Peñarroya] he tenido más espacio y las lesiones de los compañeros me han permitido abarcar más. Estoy en el mejor momento de mi carrera y soy feliz de encajar este momento con el Barça.
P. Tampoco jugó mucho al inicio de su carrera en el Estudiantes, que fichó a Omar Cook y Edwin Jackson. ¿Qué hizo entonces y qué hizo el año pasado para revertir la situación?
R. Es distinto. En esa época era joven y podía cambiar mi rutina, ya que en verano pasé de una a cuatro sesiones. Me entrené mucho y gané de 10 a 15 kilos en dos veranos, cambio que mi cuerpo no soportaría ahora. Hice hasta boxeo para saber afrontar el cansancio, para aprender a sufrir. Ahora, con dos niños, no tengo tanto tiempo, aunque en verano sigo machacándome en el gimnasio de casa junto a mi padre. Siempre he sido un inconformista y quería explorar mis límites en un club como el Barcelona.

P. ¿Puede aplicar algo del boxeo en su baloncesto?
R. No, no. Fue algo mental y físico, no pienso pelearme con nadie. La cosa es que a mí no me gusta rendirme. Soy el hermano pequeño y él jugaba muy bien al baloncesto. Yo quise ser mejor y eso ha alimentado cómo soy ahora. Con esa mentalidad he llegado más lejos de lo que cualquiera pensaba.
P. ¿Esa mentalidad ganadora es la que vio Peñarroya para que se jugara las últimas posesiones?
R. En el primer partido de pretemporada en China, quedaban cinco segundos, sacábamos y me dijo: ‘Sal y tíratela’. Fue darme un pequeño rol. Es gracioso porque ahora, cuando toca una de esas jugadas, el banquillo me mira y yo miro a Joan. Y salgo a la pista. Me encanta y, desde luego, no me importa quebrar mis porcentajes. Disfruto mucho poder hacer un tiro loco. Creo que solo he metido uno y llevaré unos 20 intentos, pero me encanta.
P. ¿Cuál es la realidad de este Barça, capaz de lo mejor y lo peor?
R. Nos han faltado muchas cosas y sobre todo continuidad. Muchos fichajes, nuevo entrenador y muchas lesiones, cinco de ellas para todo el año. Pero se ha demostrado que somos muy resilientes, capaces de forzar un quinto partido con el finalista de la Euroliga. En la Copa también competiremos. La única identidad que tenemos es que siempre nos agarramos a nuestra forma de jugar.
P. Dicen de usted que no lleva bien eso de perder…
R. He mejorado un poco y he aprendido a relativizar los resultados. Entiendo que esto es cíclico y que no siempre se juega bien. Es frustrante porque siempre quieres ganar, pero no siempre puedes. Si no estoy contento con el trabajo o pierdo, no duermo. Así de claro. Mi mujer me deja espacio. He sido así desde pequeño y no va a dejarme de importar ahora que estoy en el club más exigente de mi carrera. No tendría sentido.
P. ¿Le da ventaja haber estudiado psicología?
R. Quizá para saber lidiar con ciertas cosas malas o gestionar los malos momentos, separar las emociones, estudiarlas…
P. ¿Cómo cuando de pequeño tartamudeaba?
R. Lo pasaba muy mal al hablar en público. Lo sufrí. Por suerte, un grupo de amigos en clase se reía en el buen sentido y nunca me dijo nada malo. Trabajé para intentar sacar adelante las frases que me costaban y eso también me dio amigos para toda la vida.
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