Ir al contenido
_
_
_
_

Mondo Duplantis, mejor atleta del mundo: “Solo estamos jugando un juego; solo estamos tratando de ganar un juego”

Entrevista con el saltador de pértiga sueco: “El miedo es lo que separa a los buenos saltadores de los más grandes”

Bahamontes, un manazas que medía a la gente por el tamaño de sus zarpas al estrechárselas mirándoles a los ojos, y cuanto más grandes, mejor deportista, decía, adoraría a Mondo Duplantis, que choca su mano afable, grande, con fuerza, para presentarse, ojos como almendras risueñas. “Hola, soy Mondo”. Y después, esas mismas manotas que agarran con fuerza pértigas fabulosas antes de clavarlas y doblarlas como nadie más puede hacerlo, manejan rápidas y hábiles los palillos en una comida japonesa a la que le invita en Mónaco Sebastian Coe, presidente de World Athletics. Lo hace con la misma precisión y agilidad con que el niño Wolfgang Amadeus hacía bailar sus dedos sobre las teclas del clavecín, y no en vano muchos le dicen al sueco que es el Mozart de la pértiga. Al día siguiente, caballeroso a la antigua, los mismos dedos pellizcan suavemente el tul ilusión del vestido largo de su chica, la modelo sueca Desiré Inglander (“mi futura mujer”), para levantarlo lo justo para que su cola, una nube, no barra el suelo brillante de la gran sala del Yacht Club de Mónaco. Allí, en cena de gala, el príncipe Alberto le ha entregado el trofeo a mejor atleta mundial del año, uno más. Duplantis hace todo eso y no deja de ser un camaleón que lo mismo recuerda al Mozart de sonrisa cristalina y cargante de Amadeus, que a un Principito sin apenas cuello de inagotable e ingenua curiosidad en las nubes, que al relajado y enamoradizo Timothée Chalamet, despreocupado, antes de hacerse empolvado guerrero feroz cabalgando sobre gusanos. Le bautizaron Armand, pero para el mundo, y para él mismo, es Mondo. “El mejor amigo de mi padre es de Sicilia y empezó a llamarme Mondo cuando tenía cuatro años como forma cariñosa de decir Armando”, explica. “Sé que significa mundo en italiano y me gusta mucho. Conecta con mi forma de ser”. El niño prodigio que el Día de Acción de Gracias regresa a su casa en Lafayette (Luisiana, Estados Unidos) y vuelve a saltar en la instalación que su padre y entrenador, Greg, también pertiguista, construyó en el patio trasero para que se entrenara diariamente. “Fue un momento realmente especial. No había usado la instalación en 10 años por lo menos y sentí que era el momento de volver a ponerlo en marcha”, dice el atleta, que nació en 1999 en Lafayette de padre estadounidense y madre sueca y eligió competir por el país escandinavo. “Estaba inquieto, necesitaba volver a sentirme casi como un niño y simplemente jugar. Mi abuelo se asustó, se oponía rotundamente, pero tengo la suficiente confianza en mis saltos como para saber que puedo hacerlo”.

Pregunta. ¿Nunca ha tenido miedo?

Respuesta. El miedo es lo que separa a los buenos saltadores de los más grandes. Es ese componente de miedo y la fuerza mental, diría yo, y, por supuesto, tengo un muy buen control de eso, pero creo que en mi mente lo que realmente me separa de otras personas es que sigo siendo sensato y sigo estando muy en sintonía con lo que hago y no soy... Soy lo suficientemente loco, pero no tan loco como para dejar de pensar. Todavía puedo usar mi cerebro y pensar en las situaciones. Porque hay algunos saltadores de pértiga que son muy buenos sin miedo, pero son demasiado locos. No piensan, simplemente hacen todo. Y hay muchos que tienen bloqueos mentales debido al miedo. Pero para mí, no, ese no es mi problema.

P. ¿Dónde nació esa inquietud, esa necesidad de revivir su niñez?

R. Ese patio es el lugar el que despertó todo. Recuerdo ser muy joven, tener cinco o seis años, ser un niño con muchas ambiciones y muchos sueños y muchas cosas que quería lograr, y luego vuelvo allí y salto como la persona que ha logrado todas las cosas que quería cuando era niño… Todo eso me ayuda a empaparme de todo lo que he sido capaz de hacer.

P. ¿Su objetivo era ser el mejor de la historia o simplemente su reto era saltar por encima de la barra que había fijado su padre, sin más?

R. Diría que ambas cosas, al mismo tiempo. Tenía grandes sueños y aspiraciones, y quería ser el mejor de la historia, quería ser el mejor que jamás hubiera existido. Pero también era una competencia interna conmigo mismo. Siempre quise ser lo mejor que pudiera, y siempre quise sentir que estaba mejorando y progresando.

P. Usted consiguió ser el mejor de la historia ya a los 15 años… Tiene los récords del mundo en todas las categorías de edad, infantil, juvenil, júnior, sub-23, sénior… Lleva dos años imbatido. Ha batido 14 veces el récord del mundo absoluto. Es doble campeón olímpico. Siempre ha sido el mejor. ¿Cómo puede vivir sabiendo que es el mejor y al mismo tiempo ser una persona sensata?

R. Hay que acostumbrarse porque el deporte siempre encuentra la manera de acabar contigo. El ego puede ser letal. Hay que respetar lo difícil que es rendir día tras día, ser constante y estar en la cima. Sé lo difícil que es y lo rápido que pueden cambiar las cosas, así que intento mantenerme agradecido y concentrado, y comprender qué es lo que me hace bueno y alimentarlo siempre, no alejarme nunca de ello. El deporte nunca es fácil, simplemente vas mejorando cada vez más en el manejo de las partes difíciles. Nunca puedes dejar que tu ego te haga pensar que el deporte es fácil, porque nunca lo es, y por eso siempre hay que tener una actitud humilde y modesta.

P. La pregunta habitual suele ser, ¿cuáles son sus límites? Pero creo que después de verle en París y en Tokio, ganar Juegos y Mundial batiendo el récord del mundo, la pregunta debería ser, ¿hay algún límite?

R. No, no lo creo. El límite está donde yo lo pongo. Dondequiera que termine.

P. Tiene 26 años, ¿tiene capacidad para ser aún más rápido, más fuerte, mejorar su técnica?

R. Sí, en todo eso. Eso creo. Así que voy a mejorar cada vez más y voy a dar saltos cada vez más grandes. Sí, estoy muy seguro de eso.

P. Su primer récord del mundo fue de 6,17m y centímetro a centímetro, en seis años lo ha dejado en 6,30m… ¿No hay demasiado cálculo económico en esa práctica de ir centímetro a centímetro?

R. La explicación más corriente de por qué voy centímetro a centímetro es la de que cada vez que bato un récord recibo un bono de dinero. No es mentira. Es verdad, sí. Es un factor que entra en el cálculo, pero no el único. Batir un récord es un momento único que puedo regalar al público, compartir con todos. Y cuando lo hago, a la gente no le importa que sea por uno o por diez centímetros… Simplemente quieren ver algo que nadie ha visto antes, verme superar los límites, aunque sea por un solo centímetro [y acerca pulgar e índice para indicar qué poquito es], y puedo compartirlo con los espectadores… Además, cuando bato un récord es la primera vez que hago esos movimientos, que me enfrento a esa barra. Nunca practico récords en los entrenamientos, en los que lo más que salto es como 20 centímetros menos. No se puede saltar tanto entrenando como compitiendo porque falta la energía de los espectadores, que es la que me da la velocidad necesaria. No es verdad que pueda saltar 6,40m entrenando pero solo intente 6,30m para ganar más dinero. Es mentira.

P. Antes que usted, el ucraniano Serguéi Bubka batió su primer récord del mundo con 5,85m en 1984, y nueve años después lo había elevado, centímetro a centímetro, hasta 6,15m… Si pudiera competir contra alguna leyenda del pasado, ¿a quién elegiría?

R. Supongo que tendría que decir Bubka, ¿no? Habría sido fantástico poder competir contra él cuando estaba realmente en su mejor momento. Creo que él piensa que probablemente habría tenido algunas oportunidades para ganarme, pero yo no lo creo.

P. Verle en los Juegos de París y en el Mundial de Tokio con prismáticos siguiéndole cada minuto de sus tres o cuatro horas allí supuso una gran diferencia. En París esperaba muy relajado a que los demás terminaran, cambiándose las zapatillas, hablando con sus padres… y en Tokio tenía a Manolo Karalis [el campeón griego, medallista de plata con 6m] todo el tiempo en la chepa, refrescándole con un miniventilador, y en ambos casos rindió a la perfección. Parecía que su París fue mágico, pero el ambiente de amistad entre los competidores y el suspense de Tokio lo superó…

R. Es cierto, es cierto, pero no te das cuenta de lo especial que es todo hasta que oyes a otras personas hablar de ello, porque para nosotros es tan natural, tan normal… Hay tipos como Manolo y Sam Kendricks, que son personas realmente increíbles, con un gran corazón. Por supuesto queremos competir y matarnos unos a otros en la pista, pero nos tenemos mucho respeto y cariño y somos como hermanos, así que hay una forma de deportividad y respeto que nos tenemos unos a otros, en la que siempre puedes echar una mano para ayudar. Eso no hace daño a nadie. No es como el fútbol. Aquí solo vamos todos contra el balón. Somos nosotros contra el balón. Esa es la competencia. La competencia no es necesariamente entre nosotros.

P. Es curioso, Alcaraz y Sinner, los mejores de tenis, también proclaman su amistad después de cada partido… ¿Quizás generacional?

R. Sí, quizás. Quizás antes era menos habitual ser tan amigos. Hay formas de encontrar el equilibrio entre tener una especie de hermandad, tener una buena relación y ser muy amigos, o incluso ser realmente amigos como lo somos nosotros, y al mismo tiempo ser competidores, querer ganarnos el uno al otro en el juego. Porque al final, creo que esa es la historia principal. Es un juego. Solo estamos jugando un juego y solo estamos tratando de ganar un juego. Lo hacemos al más alto nivel en el mundo y hay más en juego y hay un coste promedio más alto, pero solo es un juego.

P. Muy pocos campeones aceptan ser una referencia fuera del deporte, tomar partido, opinar sobre temas como, por ejemplo, el cambio climático… ¿No crees que usted debería hablar también de estas cosas?

R. Sí. Es importante que la gente diga lo que cree y hable de las cosas que considera importantes y buenas para el mundo y la sociedad. En mi situación particular, diría que voy descubriendo muchas cosas sobre la marcha. Y creo que el único problema de hablar tanto sobre cosas que son, en cierto modo, opiniones es que cambio, pienso de forma diferente a como lo hacía ayer porque soy muy joven y aprendo más cada día, aprendo más sobre el mundo y aprendo más sobre la vida y aprendo más sobre lo que quiero y en lo que creo y lo que me gusta. Pero creo que es muy importante decir la verdad. Decir lo que se cree y lo que se quiere. Si hay un tema como el cambio climático o cualquier otro que realmente te apasione y en el que creas, sin duda debes expresarlo. Si hay algo de lo que no hablo, es porque simplemente no me parece necesario, me centro en otras cosas de la vida y creo que solo se puede hacer lo que se puede.

P. En su Luisiana, hace 20 años, el desastre provocado por el huracán Katrina fue como un anticipo de lo que vendría… Usted tenía cinco años entonces, ¿qué recuerda?

R. Desplazó a parte de mi familia. Tenía familia en Nueva Orleans que tuvo que mudarse a Lafayette. Fue muy, muy trágico. Muy trágico y muy, muy terrible para la comunidad. Nueva Orleans todavía se está recuperando. Quizás nunca se recupere del todo y nunca vuelva a ser lo que era. Solo recuerdo el efecto que tuvo en algunas personas y en un ser querido. Es una de esas cosas devastadoras que te hacen cerrar los ojos y desear que no fuera real, pero yo era demasiado joven en ese momento para comprenderlo del todo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

_

Últimas noticias

Lo más visto

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_