Moha Attaoui, en estado de gracia, llega a la final de 800m después de derrotar al gran Wanyonyi
“Estoy brutal. Me encuentro genial, genial”, asegura el cántabro, que aspira a ser el primer español campeón del mundo en una prueba de pista


El orgullo del atleta es malévolo, incontrolable, pues motiva o frena, según el estado de ánimo, pero a Moha Attaoui le lleva a territorios inexplorados y a saciar deseos primarios, como el de derrotar en una semifinal de un Mundial a Emmanuel Wanyonyi, el keniano que lidera la gran revolución del 800m, la prueba de medio fondo más caliente, los dos últimos años. “Por fin le he ganado a Wanyonyi”, dice el atleta de Torrelavega nada más dejar a medio mundo con la boca abierta por la forma en la que ha ganado la semifinal que le ha clasificado para la final del sábado (15.22). De salida, Attaoui, de 23 años hasta dentro de una semana, se queda rezagado. Pasa por la campana en 51,36s, un segundo más tarde, cinco o seis metros, que el francés Meziane, que ha asumido el deber de lanzar la carrera. A 200 metros de la meta, es aún sexto, a poco más de medio segundo del botsuano Tshepiso Masalela, una de las figuras del momento, que decide lanzar largo el sprint. Eso intenta, porque quien de verdad lanza el sprint largo es Attaoui, que adelanta a todos por la derecha en la última curva, corriendo más metros pero con más espacio libre, y cuando llega a la recta final y mira para atrás solo ve el vacío y un pelotón encabezado por el gran Wanyonyi nada menos en furiosa persecución, e inútil. “Me dije, no voy a dejar que me pase, suponga lo que suponga”, dice. “Me encuentro muy bien, brutal. Claro que es importante el orgullo”. Y también los números: los 100 metros en curva tras su cambio los recorre en 89 centésimas menos que Wanyonyi, un mundo ante el mejor.
Cuando lo explica, Attaoui, que alcanza su segunda gran final un año después de la de los Juegos de París, habla como aquellas personas que, en estado de gracia, hacen todo tan bien que se sorprenden a sí mismos, y viéndole correr, tan fácil, su cambio, que es una bomba silenciosa, uno se imagina que él está conduciendo un coche tan bueno que nunca alcanza su velocidad máxima. “Me dije, voy a cambiar un poco, voy a esperar aquí hasta la última recta, pero me he encontrado otra vez vía libre y he dicho, venga, con todo. Y cuando he mirado y he visto que tenía hueco, he dicho, venga, hasta el final, ha sido una sensación increíble. Me encuentro genial, genial”. Y encima llueve, con lo que le gusta correr bajo la lluvia.
Attaoui corrió los últimos 200m en 25,35s, más de un segundo más rápido que Wanyonyi. Ganó con 1m 43,18s. Fue la semifinal más rápida y la frescura de movimientos del cántabro que solo crispa una parte de su cuerpo, las manos, que abre al máximo en la posición de salida, y su final, recordó a la manera en que logró hace dos semanas la tercera mejor marca de la historia de 1.000m (2m 12,25s) tras los 2m 11,96s de Noah Ngeny y los 2m 12,18s de Sebastian Coe. Lo más importante: corrió los últimos 200m en un segundo menos que sus ilustres antecesores, 26,45s, un tiempo que deja pasmados a los que entienden, que recuerdan que no es lo mismo terminar un 800, con el lactato ya por las nubes, y añadirle 200m, que añadírselos a un 600m, cuando aún no se ha disparado la fatiga. “Sí, sabíamos que podía correr bien los 1.000m, ya que es un corredor de 800m con gran resistencia aeróbica”, explicaba entonces el entrenador de Attaoui, el alemán Thomas Dreissigacker. “Es un buen impulso para Moha antes del Mundial, pero obviamente en el Mundial hay muchos grandes atletas y la profundidad en los 800m es mayor que nunca. Tenemos que tomar decisiones inteligentes primero en la ronda preliminar y en la semifinal, ¡y luego ya veremos!”
Desde que Adrián Ben rompiera el vacío en el Mundial de Doha 2019, el 800m español, hasta entonces ausente, solo ha dejado de participar en una gran final, la de Oregón 2022. Ben disputó también la final olímpica de Tokio y la del Mundial de París. Attaoui le relevó en París, donde fue quinto, y un año después, asegura, en Tokio ya no le vale solo con participar. Quiere ganar. “¿La final? Será última carrera de la temporada. Saldré a correrla a muerte y a intentar quedar por todo lo alto. Sin miedo y a por todas”, asegura ante una cita que tendrá aire de revancha, pues en ella se encontrará a cinco de sus rivales en la capital francesa, los tres primeros, Wanyonyi, Sedjati y Arop, además de a Burgin y a Masalela. El atletismo español aún no ha ganado en un Mundial una prueba de pista.
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