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Las mujeres salvan a Estados Unidos en el Mundial de Natación

El equipo femenino de relevos norteamericano de 4x100 estilos bate el récord absoluto en la conclusión del peor campeonato de la historia de sus compañeros varones, que solo lograron un oro individual

De izquierda a derecha, Regan Smith, Kate Douglass, Gretchen Walsh y Torri Huske, celebran con el cheque que premia su récord, este domingo.
Diego Torres

Donald Trump manda en la Casa Blanca pero en la natación estadounidense gobiernan las mujeres. La potencia hegemónica sigue siendo hegemónica, pero solo por un pequeño margen. Si Estados Unidos acabó el Mundial de natación en línea de Singapur en el primer puesto del medallero no fue por la contribución que hicieron los chicos —que apenas cosecharon un oro en una prueba individual— sino porque las mujeres conquistaron ocho oros, el último en la última carrera del calendario, el cierre de la fiesta acuática, la final de relevos de 4x100m estilos. Regan Smith, Kate Douglass, Gretchen Walsh y Torri Huske nadaron con tanta rabia que acabaron batiendo el récord mundial que ellas mismas habían establecido en los Juegos de París, el año pasado: de 3m 49,63s a 3m 49, 34s. Una uña de diferencia. Y no muy larga.

“Esto no solo es un mensaje para el resto del mundo” dijo Tori Huske. “Es un mensaje para nuestro propio equipo. Solo nosotros sabemos por lo que hemos pasado antes de este Mundial [una intoxicación colectiva que provocó que varios nadadores padecieran gastroenteritis]. Que hayamos podido superarlo como lo hicimos es inspirador. Esto va por aquellos que no creían en nosotros: este oro es el comienzo de una racha muy exitosa”.

Huske, como el resto del reparto, estaba excitada. La última jornada del Mundial comenzó con mar de fondo en el equipo americano. Desde Florida, el legendario Ryan Lochte, arquetipo estético machista, prodigioso estilista y casquivano en sus horas muertas, había publicado el pasado viernes un mensaje en Instagram con una imagen que representaba un funeral y una lápida que rezaba: “En memoria de la natación de Estados Unidos”. Pronto se le unió Michael Phelps, el mejor nadador de todos los tiempos, con quien formó la pareja de relevistas más demoledora que ha existido: “Pusieron el listón alto, hasta que dejaron de superarlo”.

Kate Douglass nada la segunda posta de la final del relevo de 4x100 estilos, este domingo en el Mundial.

Las declaraciones cayeron como un aluvión ácido sobre sus compatriotas expedicionarios en Singapur. El sábado por la mañana, antes de comenzar la penúltima jornada, a nadie se le escapaba que Estados Unidos iba camino de completar el peor campeonato de su historia. De siete relevos disputados, la bandera de las barras y las estrellas solo se había izado una vez en el pabellón para celebrar un solo oro. El oro con menor valor de todos, por premiar una prueba sin categoría olímpica y, por tanto, sin tanta competencia: el relevo mixto de 4x100m libre.

Las carreras de relevos, alegoría de la excelencia de una comunidad, habían representado históricamente el poderío de Estados Unidos en la natación. Tanto en Juegos como en Mundiales, la fuerza de la nación más rica del mundo se exhibía en el chapoteo emotivo que producían las victorias más recordadas por sus mejores nadadores. Phelps y Lochte nunca se ufanaron tanto de sus récords mundiales como de sus hazañas en los relevos olímpicos. Pero el equipo que competía en Singapur, como el que había acudido a París, les proporcionaba solo desengaños. Los hombres apenas habían quedado terceros en el 4x100 libre y quintos en el 4x200, y las mujeres solo habían obtenido platas en el 4x100 y el 4x200 libre. Quedaba la penúltima y la última jornada y allí se decidiría la suerte de una nación cada vez más asediada por nadadores de Australia, Canadá, Francia, China, Italia, Hungría y hasta Rumanía.

Ya no se les oye ladrar

Los mensajes de Phelps y Lochte ardían en la concentración americana cuando reapareció Katie Ledecky, que había ganado el oro en 1.500 y el sábado se impuso en el 800 más rápido de todos los tiempos. El triunfo de la señora de 28 años, verdadera líder de los excursionistas en el sudeste asiático, inyectó un sentido de orgullo en el equipo, sobre todo en ellas. La fiera veterana Lilly King redactó una respuesta a los patriarcas esa misma noche: “Y’all been real quiet tonight”. Algo así como que ya no se les oye ladrar.

Un oro habría podido devolver a Australia a la cabeza del medallero en la última jornada. Los hombres habían quedado terceros por detrás de Rusia y Francia en el relevo de 4x100 estilos cuando las mujeres invadieron la terraza de lo poyetes para lanzarse al relevo femenino, la última prueba del campeonato. Lo que siguió fue una descarga de adrenalina.

La piscina entró en ebullición cuando la australiana Kaylee McKewon, la mejor espaldista del mundo, salió en la primera posta emparejada con Regan Smith, que no había podido superarla en la final individual de 100 espalda. Entonces ocurrió lo impensable. Cosas que suelen suceder en el trance emocional de estas carreras de asociación: Smith le sacó medio segundo a la gran McKewon y Kate Douglass, un prodigio sin precedentes que igual nada el crol que la braza, dos universos mecánicamente contrapuestos, firmó un monumento en la segunda posta y consiguió más de un segundo de ventaja.

No lo desperdiciaron Walsh en la mariposa ni Huske en el libre. Ganaron el oro y salvaron a Estados Unidos.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.
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