Malen Osa brilla en una carrera que nació para preservar el mayor glaciar de Austria
La española es segunda en la fiesta embarrada del valle del Tirol, el estreno de las Golden Trail World Series en el país, con un recorrido recortado a 20 kilómetros por la nieve y la visibilidad


Que una carrera de montaña cruce un glaciar, el más alto de Austria, en 2025 es a la vez una alerta y una reivindicación. El debut de las Golden Trail World Series en el país, en el valle de Pitztal, uno de los más emblemáticos del Tirol, se quedó a medias, pues la naturaleza, la única que reparte las invitaciones, decidió que no era seguro aproximarse a ese hielo vivo. La cosa quedó en un festival de barro de 20 kilómetros con 1.200 metros de desnivel positivo con dos finales distintos. El masculino, en el que los kenianos domesticaron las circunstancias con cuatro corredores en el top-5, como una maratón en asfalto en un contexto diametralmente opuesto. Así fue como Timothy Kibett se sumó al palmarés. Y el femenino, sin africanas entre las cuatro primeras, por culpa de Naomi Lang, la británica que se llevó el triunfo, y la española Malen Osa, que se posiciona en la general con su segundo puesto en un terreno calcado al de su patio de entrenamiento guipuzcoano, a medio minuto de su primera victoria en el circuito.
Austria se posicionó como un terreno fértil para el trail tras los Mundiales de Innsbruck en 2023. El mismo organizador, Alexander Pittl, puso sobre la mesa su joya de la corona, una carrera que recogió hace una década para rebautizarla con su gran atractivo: Pitz Alpine Glacier Trail. “Es un hogar para el trail running. Montañas, senderos verdaderamente técnicos y vistas preciosas”. Desde Mandarfen, en el corazón del valle —a unos 1.700 metros sobre el nivel del mar— al Cafe 3440, un mirador rodeado por tresmiles y con el imponente glaciar enfrente, una panorámica que explica las dimensiones del lugar y su meteorología cambiante, pues la niebla que esconde todas esas cimas deja paso al sol en apenas media hora. Un valle con 380 kilómetros de senderos y 121 de pistas de esquí que los alemanes, a poco más de una hora, exprimen todo el año. “Y encima puedes correr sobre un glaciar”.

Esa idea sedujo a Pittl. Así nació un fin de semana con varias carreras: a partir de un mínimo kilometraje —las de 45, 90 y 105— toca dar un bocado de medio kilómetro al glaciar, a los 3.100 metros. Los corredores llevan en la mochila unos pequeños crampones que se calzan para adentrarse en el manto helado y los rescatadores de montaña aseguran que así sea. “Cada año tenemos menos glaciar para cruzar porque el cambio climático es un hecho y está también aquí”, subraya con cierta tristeza. “Vamos a inhalar la naturaleza mientras lo podamos disfrutar. Quizás se quede en nuestra mente y nos permita cambiar. Sería una pena que no tengamos esto dentro de 20 años. Nuestro trabajo como sociedad es conservarlo para nuestros hijos”. Eso obliga a una máxima de sostenibilidad: los más de 7.000 corredores que alista para Innsbruck son aquí 1.400. “El rescate en esta zona es muy peligroso”.
La carrera de las Golden exigía un mínimo de puntos ITRA —la federación internacional— que limitó en la práctica la participación a 99 corredores. Mientras ellos calentaban entre lluvia intensa y la niebla cubría las montañas que debían ascender, ya habían llegado a meta los valientes que habían transitado las cumbres desde la medianoche, refugiados en el calor de las carpas y una experiencia que compartir: la sensación térmica por debajo de cero y los efectos de un cuerpo agotado, desde las manos a los pulmones. La organización se vio a las 11 de la mañana, a media hora de la salida, con nieve cayendo a los 2.500 metros y una bruma que hacía imposible la señal televisiva, la razón por la que este recorrido diseñado ad hoc evitó desde un principio cruzar el glaciar. Debía llegar hasta Grubenkopf, a los 2.900, pero las circunstancias llevaron a recortar esa subida de 560 metros de desnivel positivo en 2,2 kilómetros. La cima sería el enorme lago del Sunna Alm, a 2.300. Esa meteorología cambiante hizo que cuando los corredores llegaron allí el tiempo fuera casi paradisiaco: sin lluvia ni viento y con una línea visible montaña arriba. Pero la decisión ya estaba tomada.
Las kenianas que no querían salir a trotar en la víspera porque llovía se encontraron persiguiendo a Lang montaña arriba, tropezando en la piedra mojada, como todos. Caroline Kimutai, ganadora en la Muralla China, la cazó en el lago, pero no pudo seguir su excelsa técnica en una bajada embarrada, con el agravante de la pendiente. Miel sobre hojuelas para Malen Osa, puro Euskadi. En otra carrera de menos a más, fue escalando hasta ser segunda. La británica ganó en 1h49m51s, 29s menos que ella, su compañera de habitación en el hotel de Mandarfen, que llegará con plenas opciones a la final de octubre, pues es tercera en la general tras sumar dos bronces a la plata en Austria. A 3m39s, cuarta, llegó María Fuentes, todo un golpe sobre la mesa. Faith Kiplagat, quinta, fue la primera africana.
Los hombres salvaron el honor patrio en una demostración colectiva. Kibett resolvió su duelo ante Samwel Kiprotich por apenas 4s para ganar con 1h32m43s. La resistencia la puso el estadounidense Taylor Stuck, atacando de salida y completando el podio a apenas 57s, por delante de Michael Saoli y Nashon Kiplimo. El director del circuito, Greg Vollet, los elogia. “No ganan por ser kenianos, sino por los estrictos que son en su entrenamiento. Sacan tanta diferencia subiendo que luego pueden bajar tranquilos. El resto tiene que mejorar para alcanzar su nivel, pero son humanos”. Una misión que exige la perfección, en la forma física y en la estrategia. Una tarea imposible para candidatos como Cesare Maestri, tras un mes sin correr tras caerse en la bici, o Christian Allen, con el tobillo tocado. Y no es precisamente una articulación prescindible para lanzarse bosque abajo entre zetas enfangadas por el barro, que esconde raíces y tramposas piedras. Lo que en seco sería un placer de giros y arrancadas se convierte en apoyos precarios a toda velocidad. La naturaleza pone las reglas.
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